sábado, septiembre 11, 2004

No. 221. 12 de Septiembre de 2004

Poesía e incomunicación
Eduardo Arellano

1
¿Por qué plantear el problema negativamente? ¿Por qué no decir más bien: poesía y comunicación? Hay varias razones para que ello sea así. Al proponer, si fuera el caso, la comunicación y la poesía como términos complementarios, afines, incluso sinónimos, estamos definiendo, y entonces corroborando positivamente, los alcances de esa relación. Estaríamos así, aduciendo argumentos para una obviedad, una supuesta verdad sabida. Pero no es el caso, lo que se quiere es agregar algo, no importa qué, a lo ya sabido.
Entonces comenzamos por problematizar: poesía e incomunicación. Además, ¿no es en el seno de la propia poesía que se plantea la imposibilidad de la comunicación? Es decir, la poesía es una frontera en tanto que el lenguaje por el que pretendemos comunicarnos es un límite más allá del cual reina lo innombrado en vastas zonas de especulación, malentendidos, solipsismos y complejidades singulares. La poesía existirá en tanto haya territorios sin nombrar, y hasta hoy, incomunicados. Poner a la poesía al lado de la incomunicación es traerla a la actualidad y cotidianidad de uno de los problemas más palpables y al mismo tiempo paradójicos de nuestra circunstancia justamente, la incomunicación. Porque, ¿qué comunicación es aquélla que se alza desde un emisor todopoderoso, ubicuo —los medios, los poderes, los instructores— sobre un receptor al que nadie parece tomar en cuenta?

II
Antipoética y saturada de información, nuestra época rinde culto a todo cuanto envuelva, de manera seductora, al producto, bajo la premisa de que todo es vendible, acaparable. El momento actual es el tiempo que se devora a sí mismo en espera del siguiente satisfactor porque, como se podrá ya adivinar, todo satisfactor es insuficiente. Y es que, tengamos acceso o no a los productos, estamos siempre rodeados de sus mensajes. El deseo insatisfecho proviene de la pérdida de significados que trae consigo este culto, la forma falsificadora, que comienza en el producto y termina en la realidad de millones de individuos despojados, poco a poco, de un habla y de una visión del mundo propias.
Esta pérdida paulatina del habla genera, por supuesto, un grado de incomunicación no siempre fácil de advertir, pero no por ello menos real. La abundancia de mensajes puede dar la impresión contraria, y el manejo de la información puede bien confundirse con la lucidez y la comprensión. Ante esto, yo creo más bien en una hidra de cien cabezas al momento de retomar mucho de lo que los medios, las instituciones y las personas informadas me dan, y lo hago por la prueba de la experiencia poética. Y aquí me refiero concretamente a la experiencia verbal, al habla, que es capaz de reponer en juego la lectura de poesía. En ese momento el mundo vuelve a cobrar dimensión y yo dentro de él, y la palabra es otra vez la espada con la que, por un tiempo —un tiempo recobrado por la vida—, puedo mantener a raya a la hidra.

III
La imposibilidad de comunicación que plantea la poesía no es lo mismo que incomunicación. Ésta es negación de la lengua en su integridad, parálisis del significado, del significante, o de ambos. Las situaciones que llevan a la incomunicación son, por lo general, de impotencia, renuncia o falseamiento. La incomunicación puede ser también un derecho al silencio; pero éste, asumido en su naturaleza de acto voluntario legítimo, puede ser tanto o más significativo que la expresión misma, como lo ha demostrado sobradamente George Steiner en Lenguaje y silencio. Así pues, la incomunicación por excelencia es negación del otro, y en definitiva, de uno mismo.
El escepticismo de la poesía hacia la comunicación, por su parte, es de signo contrario a la parálisis. Su querella estriba en comunicar más allá de los paradigmas creados por la propia lengua o su uso. En este sentido, ensancha los dominios de la lengua, ejerce un sitio permanente sobre ella, critica su pereza, el adormecimiento de sus poderes (recordemos que la palabra original está relacionada con los poderes de la magia o la violencia); la toa del comercio diario, la persigue, se admira de sus sueños y los despierta. Después, la poesía lleva de la mano a la lengua y la pone frente al espejo. Entonces la lengua, de cuerpo entero, se ve, en un instante de plenitud, como vuelta a nacer.

IV
La incomunicación de nuestra época tiene sus raíces, irónicamente, en el manejo de la información. Tener información es estar por encima de los demás, es adquirir poder. La información entonces es exclusiva, excluyente, más en política, pero también en cultura. Poseer información —y no soltarla, no comunicarla— es tener ventajas sobre el otro. El otro, por lo general, es el adversario, el competidor. Pero también el otro suele ser, por efecto, el objetivo de la labor política y cultural: la población.
El saber, del lado de la cultura, y el poder, del lado de la política, sustentan sus reales en la información acumulada para sí, y en el uso que de ella hacen. Si el uso es de apertura, tenemos una democracia; si es de exclusión, un régimen dictatorial. La apertura, como es de suponerse, se establece por la comunicación, que implica echar por la borda la falsedad institucional y la deformación, signo de incomunicación.
Pero ¿qué tiene que ver esto con la poesía? Muchísimo: su funcionamiento, su ética y su estética, son un paradigma de apertura que comienza en la intimidad y termina en otra intimidad. Ese movimiento es crucial para ambos —emisor y receptor—, pues acerca, enriquece y transforma su experiencia. En ese movimiento va implícita una crítica a la exclusión, no a la diferencia. La política y el conocimiento —poder y cultura— tienen mucho que aprender de esta forma de ser y de hacer de la poesía. Transformar la información —y la experiencia— en comunicación real, con apertura, implica conocer la propia intimidad, reconocer la diferencia del otro en su propia intimidad e incluirlo a la hora de elaborar nuestro propio discurso y, por supuesto, a la hora de recoger el suyo. La lengua es una limitante porque no escuchamos sus silencios, su vida subterránea, antes de hablar.
Nunca fue más urgente esto.
______
La Turca
Jorge Salmón

No olvidaría nunca el día que fue por primera vez con otros muchachos de la secundaria a esperar a la Turca afuera de su casa. La Turca era famosa por sus encantos sexuales. Vivía sola en una casa verde en la parte alta a la orilla de la ciudad. Todo mundo se volvía loco por su cuerpo hermoso de mujer muy buenota, más buena que el pan. Tenía labios rojísimos y delgados como los de una perra vikinga. La Turca entraba y salía de su casa tratando de no pisar a los perros que vivían afuera de su casa. A ellos, ni siquiera los miraba: se agachaban para verle los calzones negros. Por las mañanas la Turca a la luz del día, era una mujer triste maquillada por la soledad. Espartaco, hijo de Antonio el ferrocarrilero, cuando regresaba de la escuela iba a buscar a la Turca para que lo enseñara a fumar. Si alguien quería enseñarse a fumar y a beber cerveza o vino tinto iba con la Turca. La Turca trabajaba de noche en el centro nocturno Beto’s.
Si uno quería hacer el amor por primera vez, ibas con la turca para tu primera comunión: bebías y fumabas. La Turca de día era una cosa, le molestaba el sol y las personas normales.
La Turca estaba hecha para la noche, el danzón, la cumbia, la cerveza y el ron; la Turca vivía siempre, de noche, en brazos de los hombres que la amaban y le hacían el amor y le pagaban. Pero la Turca no estaba conforme; un día que se puso melancólica les contó que le hubiera gustado ser Miroslava o la Tongolele. Fue la única vez que la vieron llorar. Los perros y la Turca se desplazaban bajo un cielo azul claro que cubría la ciudad a comprar víveres. Aplastante monotonía repetida a diario: subían y bajaban. La Turca cocía las sobras que compraba en la carnicería para darles en la noche el caldo a los perros.
La Turca era custodiada de día y de noche por los canes. Dentro de la casa, en el pequeño patio, la única planta que la acompañaba en su vida que transcurría al margen de tiempo, la siempreviva, a la que nunca regaba, rompía la monotonía y crecía, bajo el cielo inclemente, a la buena de Dios mientras la Turca era consumida por el tiempo.

Reseña

Anécdotas sedientas: el agua y su dueño

Juan José Rodríguez

La minificción, desde antes de que Augusto Monterroso la legitimara jurásicamente, es un género mayor. Algunos afirman que su creador es Julio César con su frase Veni, Vidi, Vinci, pero otros ensayistas menos paganos sostienen que el primero en crear un mundo con pocas palabras fue alguien que en la Biblia decía Hágase la luz y desde entonces todos quedamos iluminados. Los relatos de Juan Luis Nutte (Anécdotas sedientas: Universidad Autónoma Metropolitana. Colección “Gato Encerrado”) aspiran a esa llamarada de luz que es condición fundamental de la poesía y la prosa aventurera. No sólo tiene esa premisa, sino que también aborda la cualidad de otro elemento de la materia: quitar la sed de quienes desean leer un buen relato y saciarse con una historia bien contada.
Algún día, los historiadores del género del cuento reconocerán con más bríos la labor de Edmundo Valadés en el ramo de la minificción. Gracias a El Cuento, Revista de la Imaginación, pudimos ver legitimados por el papel impreso muchos relatos que antes no escapaban de la greguería o el diálogo en el café. Anécdotas sedientas llama así a sus textos sin temor a ser descalificados como un simple libro de anécdota, prima pobre del cuento y, por lo tanto, mucho más susceptible a la sospecha por su condición misma de narración oral. Juan Luis Nutte revela en su prosa y sus temas que no teme hacer lo que realizan los buenos cuenteros y los grandes anecdotistas de cantina: narrar una historia y sorprender al lector. El método y la veracidad es lo de menos; aquí lo que importa es no aburrir.
Juan Luis Nutte tiene malicia narrativa, fundamental para quien debe concretar una minificción que se explaya en los textos más largos de su libro como El tragatipos y Domingo de circo, anunciando a un novelista que pugna por salir, sin demorarse más allá de las tres cuartillas. El agua fluye en esta prosa y los temas. Salpica con El náufrago y despierta la comezón en la garganta con La sed no saciada… Un texto redondo como Una anécdota sedienta nos sorprende como un extraño homenaje a las aguas negras del imperialismo. Todos, a falta de mujer, hemos recurrido a una Coca Cola bañada de ron.
Sin invocar los laberintos lustrales de Gastón Bachelard, que desde su libro El agua y los sueños han inundado muchas de las reseñas, podemos decir sin ningún riesgo que este es un libro acuático en el sentido de alguien que calificaba la prosa de Andrés Henestrosa en algún momento: Agua en la memoria para mitigar la sed. Y Juan Luis Nutte fluye en sus relatos con la seguridad de un narrador que abre el grifo y nos narra un texto sobre los sonidos cuyo retumbo alguna vez escuchó sobre el mar. Hay que estar muy pendientes de este creador para leerlo cuando emprenda una novela-río que, muy seguramente, como lectores suyos plácidamente podremos navegar.

LA ROSA DE LOS VIENTOS
Three paintings by Gustav Klimt
Therese Leigh

Trad. Nadia Talamantes

Serpientes de Agua I
...........................................
su largo cabello se enrosca en impulsivos círculos
broncíneos, todo enredado y rendido
ante las curvas de algas. un basilisco
despliega una gama de disparatado contorno
a sus espaldas –arquetípicos círculos dorados.
se desenreda, se acomoda sáucicamente,
abrazo en sinuosidad femenina.
juntas se deslizan las caderas, volviéndose un
solo ejemplar. tan enlazadas. sin dividirse.
miembros en amor fundidos prensados pecho a pecho...
su costilla –el brazo del otro-
indistinguible. única.
una serpiente rodea su cuerpo, nada
fuera del cuadro, y otra entra.
suaves y severas curvas se mezclan
en la negragua. traen
patrón de pasión. una serpiente
converge en su abrazo.
ellas. serpentinas. unidas.

Serpientes de Agua II
...........................................
ninfas acuáticas desnudas. cuatro. nadan.
frenéticas en profunda y ondulante agua
serpenteando en patrones
de progresión geométrica.
estrellas. flores vidriadas. atrapadas
en cabello fluyente. encanto intenso.
ella. una hada nereida hurga
en su mano ceñida. Ojos insolentes
te rozan con grosera mirada.

El Oro de Dánae
...........................................
Una moneda de oro cae en su regazo;
ella la toca –extasiada- admirándose,
y envuelve su mano el ruido de más tesoros
su regazo está cubierto.
Presurosa se aleja de la cascada;
asustada, nerviosa, pero adonde quiera que vaya,
ruedan sobre su piel cremosa las monedas.
Sin entenderlo, se siente apremiada
a soltar sus vestidos
para recibir el baño,
para encontrar su cálida caída ahí,
donde demora entre sus muslos,
y sus labios abiertos gritan -oh dios-
llueve en mí dulcemente
y me abriré bajo tu tacto
y floreceré, exigente, oscurecida,
rosa-rubre-roja. Sin aliento,
se abre, y el áureo baño
se abisma dentro y dentro y dentro,
fecundándola con metal deslumbrante.
Ahora él resplandece dentro de ella,
y ella reflejandece en él,
su cuerpo se alza para celebrar
la inacabable venida de oro.

LA VACA MULTICOLOR

... Y Si vivo seis años...

Kutzi Hernández Galván

Ratificado, extraoficialmente
Aunque no fue anunciada públicamente por la gobernadora Amalia García, trascendió de manera extra oficial la ratificación de David Eduardo Rivera Salinas como director del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC). A estas alturas ya se sabe de manera oficial que, en lo que toca a la Secretaría de Educación y Cultura, será el rector saliente de la UAZ, Rogelio Cárdenas Hernández, quien estará al frente de dicha institución. Prevalece la incertidumbre respecto a la tantas veces propuesta conversión del IZC a secretaría; las probabilidades apuntan a que, de efectuarse dicha maniobra estructural, sería hasta el periodo diciembre-enero cuando se llegara a concretar.
La ratificación de Rivera Salinas, aún por confirmarse, representa para muchos un suspiro de alivio: finalmente, no se tendrá que lidiar con “el nuevo” —que, según rumores, sería Alejandro Aura; algunos mencionaban a Jesús Flores Olague—, aquél frente a quien los músicos, poetas y locos tendrían que desfilar, currículum en mano, explicándole a qué se dedican, qué han hecho, qué proyectos traen y guaguaguá.

Las preocupaciones
Una de las preocupaciones insistentes que se han dejado escuchar en el caso del IZC, es la necesidad de perfeccionar su equipo de trabajo, para lo que es de tomarse en cuenta la eficiencia y la eficacia de su trabajo —que no son lo mismo (de algo deben servir las sesiones del Diplomado en Gestión Cultural): eficiencia es hacer las cosas correctamente, mientras que eficacia es hacer las cosas correctas; la diferencia sería, entonces, que la primera consiste en hacer las cosas bien y la segunda es hacer lo que se debe hacer.
En un rápido resumen de lo que fue el manejo de la cultura del sexenio monrealista, me atrevo a aseverar que se trató de una política cultural a medias, dividida precisamente en dos periodos de tres años cada uno, totalmente opuestos entre sí. En la primera parte de la administración de Ricardo Monreal Ávila, el Instituto Zacatecano de Cultura fue entregado al pintor José Esteban Martínez más como una retribución a su apoyo durante la campaña monrealista, que como una verdadera preocupación por poner dicha institución en manos de la persona adecuada. La prueba de lo anterior fue que, a pesar de la crítica generalizada por parte de la comunidad artística y de la prensa —crítica dirigida no sólo a Martínez, sino al mandatario hoy saliente—, el pintor fresnillense no fue removido de su puesto sino hasta que Miguel Alonso Reyes, después de un foro sobre cultura donde la ciudadanía quejóse, hizo ver a Monreal el costo que como figura pública que le estaba representando el tener a José Esteban —que para entonces había ganado una impopularidad respetable— frente al IZC.
Dejando de lado dicha impopularidad, la gestión de José Esteban Martínez se caracterizó por una ambición por hacer cosas diferentes, tan notable como su baja capacidad de aterrizarla en productos concretos. Esto tal vez se debió a que el pintor —buen pintor, por cierto— no logró la adhesión suficiente de la comunidad artística a la que —a veces lo olvidaba— servía, ni la adhesión de su propio equipo de trabajo. En esos tres primeros años desaparecieron los talleres artísticos y perdió espacios el Centro Cultural. Su amistad con artistas de otras latitudes, sin embargo, propició la participación de éstos en eventos realizados en Zacatecas, y con ello el contacto de los lugareños con otras visiones en torno al arte y la cultura.
La entrada de David Eduardo Rivera Salinas significó un nuevo rumbo. Si a José Esteban lo asesoraba Peter Jiménez, el asesor de Rivera, en cambio, sería Francisco García González. El cambio fue contundente.
Si algo le enseñó —acaso sin querer— el maestro José Esteban a los artistas, fue la importancia de comenzar a solidarizarse para concretar proyectos comunes: ante la falta de apoyo por parte del IZC, los artistas se comenzaron a organizar. Con David Eduardo comenzó un esfuerzo importante por escuchar las inquietudes de la comunidad y dirigir ese esfuerzo colectivo.
Son dos las aportaciones que saltan a la vista y que habrá que reconocérsele a la gestión del equipo de Rivera Salinas; la primera de ellas es la sistematización de los procesos institucionales en materia cultural. El producto de esto es la ley en materia cultural —que, colijo con las críticas, es apenas el primer paso al que deberán de sucederle nuevos instrumentos jurídicos que la refuercen—; el inventario de bienes muebles culturales, así como la reestructuración del IZC, que se hizo cargo directamente del Archivo Histórico, Radio Zacatecas, los museos, el teatro Ramón López Velarde y la Ciudadela del Arte. La segunda aportación ha sido el apoyo equitativo a las diferentes manifestaciones artísticas, sin poner unas por encima de otras.
Lo que grosso modo ha sido más cuestionado de esta gestión, es la evidente ausencia de un criterio consistente y satisfactorio en la distribución de los apoyos del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, la limitación temática de las actividades educativas, sustentadas casi siempre por los mismos ponentes, así como el que los talleres artísticos de antaño no hayan sido rescatados, sumado a los malentendidos generados en el área de comunicación social hacia los medios.

Corolario
Para finalizar, estos seis años en su conjunto se han caracterizado por mucha buena voluntad por parte de Monreal Ávila para apoyar a la cultura, mezclada con sus preocupaciones políticas, que se han traducido en el apoyo, por ejemplo, a la creación de nuevos espacios museísticos y de exposición —la Ciudadela, el museo Manuel M. Ponce, la ampliación del museo Felguérez—, maniobra políticamente mucho más rentable que dar mantenimiento a los museos ya existentes, que lo necesitan casi al grado de la indigencia.
A esta distancia no me atrevería a especificar qué es lo que la comunidad artística ha aprovechado de la gestión de Monreal en estos seis años; sin embargo, debo decir que aunque se trata de una comunidad que no puedo catalogar como dividida, a simple vista presenta varias fisuras. Es común, mas no generalizado, ver que en cuanto Zutano Trotesverdes publica sus primeros trabajos en un medio nacional, inmediatamente salta Alebestrino Mantenido para descalificar su labor. Se ha visto también que cuando Leonardo de las Arenas presenta su libro o Masiosare de las Carambas organiza algún evento, a la entrada del recinto se aposta Agripín de Jesús de Todos los Santos para anunciar falsamente a los asistentes que el evento se canceló, o alguna cosa parecida. No le veo sentido a este proceder deshonesto, cuando paradójicamente proviene de personas valiosas, cuya labor ha sido importante para el desarrollo cultural del estado, que cuentan incluso con el reconocimiento indiscutible de que se han hecho merecedores, y que incluso han sido apoyados por no sólo por las autoridades culturales, sino también por el mismo Zutano Trotesverdes o por Masiosare de las Carambas.
En suma, la zacatecana es una comunidad artística que debe aprender a respetarse mutuamente, ser aún más solidaria y entender que hay espacios y públicos para todos; sin duda alguna, en este panorama mucho tuvo que ver la gestión de Monreal y de su equipo de trabajo.
EL SOL DEL TROPICO
Suplemento del suplemento de
El Sol de Zacatecas

Fue inaugurada la Ciudadela del Arte

“Tendremos que rescatar” el área donde actualmente se ubica la CNC y el edificio de Finanzas, declaró Ricardo Monreal, gobernador saliente de Zacatecas, durante la inauguración de la Ciudadela del Arte, la noche del pasado viernes, ante una concurrencia de más de 200 personas.
Al acontecimiento acudieron los pintores Manuel Felguérez y Alfonso López Monreal, coordinador del proyecto de rescate arquitectónico del edificio, quien agradeció al equipo que colaboró en dicha tarea. El hasta hoy mandatario estatal aludió a la ausencia de pintores como Alejandro Nava, Ismael Guardado y Juan Manuel de la Rosa, de quienes sólo la obra del primero se expone en una sala individual en esta primera etapa.
Los funcionarios Héctor Castanedo, Apolonio Castillo y David Eduardo Rivera Salinas acudieron también a la inauguración de la Ciudadela, espacio que durante dos años y medio fue intervenido por ingenieros, arquitectos, albañiles y arqueólogos, dijo Monreal, quien no mencionó el monto de la inversión.
Monreal felicitó el trabajo de Castanedo, a la sazón secretario de Obras Públicas, a quien calificó como uno de los mejores elementos de su gabinete.

Inauguran últimas exposiciones del sexenio
Fueron inauguradas las tres últimas exposiciones organizadas dentro del sexenio monrealista. El evento se realizó la noche del pasado viernes en las salas temporales del museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez.
Las obras de Gunther Gerzso, Roger Von Gunten y Lorenza Aranguren se exhiben en dicho recinto, en exposiciones tituladas “Homenaje a la línea recta”, “El amado mundo” y “A.D.N.”, respectivamente.
Luego de esperar durante poco más de media hora la presencia del gobernador, quien finalmente nunca arribó al sitio, las autoridades ahí reunidas decidieron dar inicio a la ceremonia inaugural. Víctor Becerra, director del museo, dio la bienvenida a los asistentes. Le acompañaron el pintor Manuel Felguérez y su esposa Meche, así como David Eduardo Rivera Salinas, director del Instituto Zacatecano de Cultura.
Además de las exposiciones, con este evento se estrenó el nuevo techo que ostenta el patio central del museo.