lunes, septiembre 20, 2004

No. 222. 19 de Septiembre de 2004.

Silencio y vacío en los personajes de Chéjov
Kutzi Hernández Galván

1. El realismo en Chéjov
Si estableciéramos comparaciones entre estilos literarios y oficios, podríamos relacionar las letras de Chéjov con el arte de un fotógrafo. En cada uno de sus cuentos, así como en cada libro sobre literatura rusa, podremos constatar el sello de realismo que se le atribuye.
Anton Pavlovich Chéjov (1860-1904) nació en Ucrania, en las costas del mar de Azov, al suroeste de Rusia. Proveniente de una familia pobre, Chéjov estudió medicina, a la par que escribía cuentos humorísticos para mantenerse y mantener a los suyos. Con el tiempo fue ganando más dinero a través de la pluma, por lo que abandonó la medicina para dedicarse de lleno a la literatura. Se casó con una actriz a los 41 años, y murió de tuberculosis tres años más tarde. A la par de sus cuentos, destacan sus obras teatrales, que han alcanzado fama mundial.
Los cuentos de Chéjov han llegado a considerarse como un documentos social. Cronista de una generación perdida, Chéjov nutre sus relatos de gente que se debate en la monotonía de su existencia: hombres solitarios, mujeres frívolas, padres de familia embrutecidos por el vodka.
Se ha señalado la densidad en las narraciones de Chéjov, las cuales poco a poco se acomplejan y se vuelven “todo un microcosmos social”. (1) Se le ha llegado a comparar con Balzac, y se ha tomado a sus cuentos como una versión en miniatura de La comedia humana.
A partir de lo anterior podríamos asimilar los relatos de Chéjov como una serie de fotografías densamente construidas. Esto se debe al apego del escritor a la realidad que percibe, la cual está preñada de detalles. Esto no implica que Chéjov haya olvidado imprimir algo de encanto en la composición de las imágenes. Por el contrario, existe en muchas de sus narraciones un dejo de melancolía que se confunde con la belleza.

2. El vacío: los olvidados y los aburridos
En los personajes de los distintos relatos chejovianos encontraremos rasgos en común. Con base en éstos, podríamos dividir aquéllos en dos categorías, de acuerdo con Marc Slonim:
En su obra son distinguibles dos clases de inutilidad social : la inutilidad de una clase declinante (la de la clase educada descontenta, antes de la revolución de 1905) y la inutilidad humana de la gente vencida por la vida, frustrada en sus esperanzas, deformada por el destino, deshumanizada por la crueldad y la estupidez de la condición del hombre. (2)

Esta inutilidad de la que habla Slonim, la asocio con las características de los personajes de Chéjov, que podrían atribuirse a la generación de su tiempo: la desesperación del individuo absorbido por la masa y que clama por ser escuchado, ante una sociedad movida por la inercia, todo esto sumergido en la desesperanza y la apatía ante los conflictos sociales fundamentales. La inutilidad ligada a la impotencia.
De los dos polos sociales aludidos, el primero concierne a los olvidados, los que diariamente sufren con el peso de sus penas y que nunca serán escuchados. Terminan resignándose ante una realidad hostil que no se atreven a modificar. Se acostumbran al silencio. A ellos los podremos encontrar en relatos tales como: Vañka, Tristeza, El canto del cisne, y seguramente también en la obra Del mal que hace el tabaco. En todos ellos se manifiesta el dolor interno del protagonista, expresado en un monólogo que ningún otro ha de escuchar, o si lo hace, de todos modos no pasará nada. También encontraremos personajes comunes, perdidos en la muchedumbre, que no caben en sí de gozo cuando su nombre aparece en una nota roja del periódico, como en La celebridad. Más casos de seres sin estima se encuentran en La cigarra, El padre de familia y la conclusión de Las sensaciones fuertes.
En el otro extremo se encuentran la estupidez y la vanidad humanas: artistas egocéntricos, mujeres frívolas, intelectuales refinados, “la pretenciosa e inepta intelligentzia”. (3) En varios relatos encontraremos tales rasgos, pero en ninguno mejor definidos como en La cigarra. (4) Aquí se narra la historia de Olga, una joven que, sumergida en su frívolo mundo de cultura y arte, se aleja cada vez más de Dímov, su marido. Dado que éste es médico, Olga y sus amigos de élite no pueden comprenderlo, y terminan por considerarlo insignificante por su profesión, y por su mansedumbre, un hombre sin personalidad.
En el relato, Chéjov representa el típico club de intelectuales y artistas auto considerados excepcionales que cada semana se reúnen para alabarse los unos a los otros. Para la estrecha perspectiva de estos personajes, Dímov es un mediocre que desencaja totalmente con el ambiente en el que su mujer se desenvuelve. Con el paso del tiempo, Olga engaña a su marido, quien no tarda en enterarse de sus amoríos con un pintor. Dímov, relegado y solo, se deja contagiar de difteria y muere, mientras sus colegas lamentan la pérdida de un talento científico extraordinario. Es entonces cuando Olga se da cuenta de lo poco que ha valorado a su esposo y arma un drama inútil, pues todo está perdido. Resulta interesante la coincidencia entre la profesión de este personaje y la ejercida por el autor, quien, recordemos, falleció también de una enfermedad infecciosa: tuberculosis —que, más tarde, también llevaría a Kafka a la tumba—, de modo que permite sospechar una identificación personal del escritor con el desafortunado Dímov.
En este tipo de historias hay un tono no sólo crítico, sino moralizador —que hace recordar la dramaturgia de Molière—, y es frecuente encontrar en los relatos de Chéjov una especie de apología a favor de quienes son víctimas de la subestimación y la indiferencia social, a los que contrapone el autor con los seres distinguidos y satisfechos, que en el fondo también padecen el peso del vacío y el aburrimiento, según lo manifiesta el personaje Gúrov en La dama del perrito:
¡Qué costumbres salvajes, qué gente! ¡Qué noches absurdas, qué días tan grises y poco interesantes! El desenfrenado juego a los naipes, la gula, la borrachera y las incesantes charlas siempre sobre el mismo tema se apoderan de la mejor parte del tiempo, de las mejores fuerzas, y queda al final una vida limitada y vacía, sin ningún sentido, de la cual ni siquiera uno puede escapar, como si estuviera recluido en una casa de locos o en una cárcel. (5)
En esta queja de Gúrov parece reflejarse un reclamo de Chéjov ante la frivolidad del ambiente social de su tiempo.

3. Conciencia e ironía
El manejo de los temas abordados en los relatos de Chéjov revelan en él un despertar de conciencia, una intención que va más allá del arte por sí mismo, hasta disidir con la realidad social en que vive y denunciar sus abusos. Se trata de “la literatura consciente de sí misma y vista por el autor ya no como un “juguete cultural”, sino como la verdad desnuda, cruda y deplorable”. (6)
Cabe preguntar: ¿por qué el autor recurre a la ironía? ¿Cuál es la relación entre este despertar de conciencia y la ironía característica de Chéjov?
Para Blok, la ironía es una epidemia surgida de las calamidades del siglo XIX, especialmente en Rusia. El hombre, víctima de la mecánica, el positivismo y el materialismo económico “que enterró la voz humana en el ruido de las máquinas”,(7) busca desenmascarar los errores de este sistema hostil e inhumano:
¿Cómo iba a respetarnos esa epidemia, cuando el silbido de las locomotoras se ha hecho más potente que nuestra voz; cuando en el intento de apagar la máquina con nuestra propia voz, ésta ha fallado y nosotros hemos gritado hasta exhalar el alma (¿acaso la literatura rusa morirá siempre más de año en año porque nosotros, los intelectuales, hemos exhalado con los gritos nuestra alma, sin que haya nacido ningún otro?); y cuando ahora ya no somos capaces de una crítica constructiva ni para una alabanza constructiva, sino únicamente de una risa destructiva y aniquiladora? (8)
Ya vimos cómo Chéjov habla de los que necesitan desahogarse con alguien: en Tristeza, el cochero que sufre la muerte de su hijo, y que no encuentra a nadie dispuesto a escucharle, excepto su viejo caballo; en El canto del cisne, un viejo actor de provincia repasa su triste vida en un monólogo sin eco, ante un público inexistente, situación de desahogo muy similar a Del mal que hace el tabaco. Frente a estos ejemplos hay también relatos en que Chéjov hace una crítica, rozando apenas esa risa aniquiladora, sardónica, a la que Blok alude. El tiempo le faltó a Chéjov para desarrollarse en ese sentido. A los 44 años, este escritor ruso fue vencido por la enfermedad, luego de haber escrito más de 300 cuentos que son testimonio de un mundo plagado de barreras aislantes.
Los desgraciados son egoístas, maliciosos, injustos, crueles y menos capaces aun que los tontos de comprenderse uno a otro. La desgracia, en vez de unir, separa a la gente, y hasta allí donde parecía que los hombres debieran estar ligados por el dolor común, se cometen más injusticias y crueldades que en un medio relativamente satisfecho. (9)
El anterior es un fragmento del relato Enemigos, donde se narra el diálogo sordo de dos hombres que sufren un dolor individual y compartido, pero en el cual se encierran.
Las narraciones de Chéjov se mantienen vigentes, pues pese a que fueron escritas hace más de un siglo, los temas que desarrolla son actuales, se mantienen frescos, como si el mundo continuara ahogándose en el mismo charco, más de cien años después. Las heridas de la sociedad son las mismas de aquél entonces o acaso mayores, y al parecer somos incapaces de cerrarlas definitivamente.

Notas:
(1) Wilson, Edmund. Ventana a Rusia, Trad. por David Huerta y Paloma Villegas, FCE, Col. Breviarios, México, 1974, pág. 80.
(2) Speratti, Emma, La literatura rusa, FCE, Col. Breviarios, México, 1974, pp. 148-149.
(3) Wilson. Op. Cit. Pág. 83.
(4) Este cuento, así como todos los mencionados en el presente ensayo, está tomado de Cuentos escogidos, de Anton Chéjov. Prólogo y selección de Somerset Maugham. Ed. Porrúa, col. “Sepan cuántos...”, núm. 411, México, 1983.
(5) Op. Cit. Pág. 18.
(6) Thoorens, León, Historia universal de la literatura. Rusia, Europa oriental y del norte, Trad. por I. Rodríguez. Ed. Daimon, México, 1977, pág. 132.
(7) Blok, Alexandr, Un pedante sobre un poeta y otros textos, trad. por Michel Faber-Kaiser, Barral editores, Barcelona, 1972, pág. 39.
(8) Ídem.
(9) Chéjov, Anton. Op. Cit. Pág. 80.





Antón Chéjov
(Ucrania, 1860 - Alemania, 1904)



UNA PERRA CARA
El maduro oficial de infantería Dubov y el voluntario Knaps, sentados uno junto a otro, bebían unas copas.
—¡Magnífico perro!... —decía Dubov mostrando a Knaps a su perro Milka—. ¡Un perro extraordinario!... ¡Fíjese, fíjese bien en el morro que tiene!... ¡Lo que valdrá sólo el morro!... Si lo viera un aficionado, tan sólo por el morro pagaría doscientos rublos. ¿No lo cree usted?... Si es así, es que no entiende nada de esto.
—Sí que entiendo, pero...
—Es setter. ¡Setter inglés de pura raza! Para el acecho es asombroso, y como olfato... ¡Dios mío!... ¡Qué olfato el suyo! ¿ Sabe cuánto pagué por mi Milka cuando no era más que un cachorro?... ¡Cien rublos! ¡Soberbio perro! ¡Ven acá..., Milka bribón, Milka bonito!... ¡Ven acá, perrito..., chuchito mío... !
Dubov atrajo a Milka hacia sí y le besó entre las orejas. A sus ojos asomaban lágrimas.
—¡No te entregaré a nadie..., hermoso mío..., tunante! ¿Verdad que me quieres, Milka? Me quieres..., ¿no? Bueno, ¡márchate ya! —exclamó de pronto el teniente—. ¡Me has puesto las patas sucias en el uniforme! ¡Pues sí, Knaps!... ¡Ciento cincuenta rublos pagué por el cachorro! ¡Desde luego ya se ve que los vale! ¡Lo único que siento es no tener tiempo para ir de caza! ¡Y un perro sin hacer nada se muere!... ¡Le falta... sobre qué utilizar la inteligencia!... ¡Cómpremelo, Knaps! ¡Me lo agradecerá usted toda la vida! Si no dispone de mucho dinero, se lo dejaré por la mitad de su precio... ¡Lléveselo por cincuenta rublos!... ¡Róbeme ... !
—No, querido —suspiró Knaps—. Si su Milka hubiera sido macho—, quizá lo comprara, pero...
—¿Que Milka no es macho? —se asombró el teniente—. Pero ¿qué está usted diciendo, Knaps?... ¿Que Milka no es macho? ¡Ja, ja!... Entonces, ¿qué es según usted? ¿Perra? ¡Ja, ja!... ¡Qué chiquillo! Todavía no sabe distinguir un perro de una perra!
—Me está usted hablando como si yo fuera ciego o una criatura —se ofendió Knaps—. ¡Claro que es perra!
—¡A lo mejor también le parece a usted que yo soy una señora!... ¡Vaya,vaya.... Knaps! —¡Y decir que ha cursado usted estudios técnicos!... No, alma mía. Este es un auténtico perro de pura casta. ¡Es capaz de dar ciento y raya a cualquier otro perro, y usted me sale con que no es perro! ¡Ja, ja... !
—Perdóneme, Mijail Ivanovich, pero me toma usted sencillamente por tonto. ¡Hasta me ofende!
—Bueno, bueno... Pues nada, entonces... No lo compre si no quiere... ¡A usted es imposible hacerle comprender nada! ¡Pronto empezará usted a decir. que en vez de rabo tiene una pata!... Pero nada ... ¡A usted es a quien quería yo hacer el favor! ¡Vajrameev! ... ¡Trae coñac!
El ordenanza trajo más coñac. Los dos amigos llenaron sus vasos y quedaron pensativos. Transcurrió media hora en silencio.
—¡Y después de todo..., vamos a suponer que fuera perra!... —interrumpió el silencio el teniente mirando sombrío la botella—. ¿Qué importancia tendría eso?... ¡Mejor para usted!... Le daría cachorros, cada cachorro no valdría menos de veinticinco rublos. ¡Se los compraría cualquiera, encantado! ¡No sé por qué le gustan tanto los perros! ¡Son mil veces mejor las perras! El género femenino es más adicto y más agradecido... Pero bueno, en fin..., si tanto miedo tiene usted al género femenino, ¡quédese con ella en veinticinco rublos!
—No, querido. No le pienso dar ni una kopeka. En primer lugar, no necesito perro, y, en segundo, no tengo dinero.
—Eso podía usted haberlo dicho antes... ¡Milka! ¡Largo de aquí!
El ordenanza sirvió una tortilla. Los amigos se pusieron a comerla y la terminaron en silencio.
—¡Es usted un buen muchacho, Knaps! ¡Un muchacho cabal! —dijo el teniente, limpiándose los labios—. ¡Qué diablos! ¡Me da lástima dejarle así! ¿Sabe usted una cosa?... ¡Llévese la perra gratis!
—Pero ¿para qué la quiero yo, querido? —dijo Knaps con un suspiro—. Y además, ¿quién me la iba a cuidar?
—¡Bueno, pues nada, entonces!..., ¡nada!.... ¡qué diablos! ¿Que no la quiere usted?... ¡Pues no se la lleva! Pero ¿adónde va usted?... ¡Quédese un ratito más!
Knaps se levantó desperezándose y cogió su gorro.
—Ya es hora de marchar. Adiós —dijo, bostezando.
—Espere, entonces. Le acompañaré.
Dubov y Knaps se pusieron los abrigos y salieron a la calle. Anduvieron en silencio los cien primeros pasos.
—¿No se le ocurre a quién podría yo dar la perra? ¿No tiene usted a nadie entre sus conocidos...? La perra, como ha visto usted, es bonísima..., y de raza..., pero yo no la necesito para nada.
—No se me ocurre, querido. En realidad, ¿qué conocimientos tengo yo aquí?...
Hasta llegar a la misma casa de Knaps, caminaron los amigos sin pronunciar palabra. Sólo cuando al abrir la puerta de la verja Knaps estrechó la mano a Dubov, éste tosió y con alguna vacilación dijo:
—¿Sabe usted si los perreros de la localidad aceptan perros?
—Es posible que los acepten, pero con seguridad no se lo puedo decir.
—Mañana la mandaré allá con Vajrameev. ¡Al diablo con la perra! Por mí, que la desuellen..., ¡maldita, asquerosa perra! ¡Por si fuera poco que ensucie las habitaciones, ayer en la cocina se zampó toda la carne!... ¡Canalla! ¡Y si siquiera fuera de buena raza!... ¡Pero no es más que una mezcla de perro callejero y de cerdo! ¡Buenas noches!
—Adiós —dijo Knaps.
La puerta de la verja se cerró y el teniente quedó solo.


LA ROSA DE LOS VIENTOS

Un soneto de las malaventuranzas
Veremundo Carrillo Trujillo


Ouai umin, oi empeptlhsmenoi nun, oti peinasete.
Ouai, oi gelwntez nun, oti penqhsete kai klausete.

(¡Ay de ustedes que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre!
¡Ay de ustedes que ahora ríen, porque van a tener duelo y llanto!)
(Lc 6, 25)

Miedo

De gloria no sabré, pero de miedo
puedo dar las lecciones que aprendí.
Un diablo de la guarda, junto a mí,
me urge a ser de mí mismo mi remedo.

Debiendo amar los pájaros, no puedo,
por víbora, coyote y jabalí.
Por la sombra rasante de un neblí
en estival escalofrío me quedo.

A un sesgo de mirada me estremezco.
Entre sospechas y remordimiento,
gendarme y confesor me hacen grotesco.

Mas si algo deja de hombre el sufrimiento,
y ante cada rumor me humillo y crezco,
mi vida es el perfecto monumento.

EL SOL DEL TRÓPICO
Suplemento del suplemento de El Sol de Zacatecas

Sin definirse aún autoridades culturales
Sigue sin determinarse quiénes quedarán al frente de varias de las instituciones culturales de manera definitiva. En lo que respecta al Instituto Zacatecano de Cultura, el maestro David Eduardo Rivera Salinas continúa como encargado de dicha instancia, sin que hasta el momento se tenga conocimiento de quién llevará la titularidad de dicha institución.
En la presidencia municipal de Zacatecas, mientras tanto, Alfonso Vázquez, anterior titular de Turismo y Cultura, entregó el departamento el pasado 15 de septiembre, y hasta el momento se desconoce quién le sucederá en el cargo durante la administración de Gerardo Félix. Una situación similar prevalece en el resto de los municipios dentro del estado.
En el caso del Cronista de la ciudad, Manuel González, permanecerá en dicho cargo “por ser vitalicio”, a diferencia de su antecesor, el doctor José Enciso Contreras.
En cuanto a la Universidad Autónoma de Zacatecas, el maestro Cuitláhuac García anterior director de la Unidad de Idiomas, se hará cargo de la coordinación de Extensión Universitaria, en lugar de Rosario Carlos.

EN LA AGENDA:
- El próximo miércoles se presenta “Pascual Blues” en el Palacio Municipal de Cultura (antes biblioteca Mauricio Magdaleno), a las siete de la noche.
- El próximo viernes se proyecta la película “Las criaturas”, dentro del ciclo “Catherine Deneuve, actriz”, en la sala de proyecciones del Consejo Estatal de Turismo, a las seis y media.
- El viernes y el sábado se presenta la obra teatral para adultos Cuarteto, de Heiner Müller, a cargo del grupo Teatro en Movimiento, bajo la dirección de Manuel Trejo. La Agenda Cultural no menciona la hora, y dice que será en el “estacionamiento, entre Plazuela Miguel Auza y Portal de Rosales”. (?).