sábado, febrero 19, 2005

No. 238. 23 de Enero de 2005

Última oportunidad

Liliana Espinoza Núñez


Todavía recuerdo la horca esperando ser usada. El olor a muerte lo percibía en Ernesto; ojalá me haya equivocado. Durante cuatro días sólo conversaba con él y conmigo. Luego, un viernes salimos rumbo al callejón de La Bordadora; había decidido comprar un billete de lotería. Observó detenidamente las series exhibidas en el puesto, como esperando alguna señal que le dijera cuál elegir, y de pronto, como si le hubieran hablado al oído, sacó deprisa el dinero y compró el número GS001786967; el sorteo sería televisado el domingo por la noche. En el Oxxo de la calle Allende compró tres botellas de Jimador, cuatro cajetillas de Delicados y una bolsa de croquetas para mí. “Suficientes de aquí al domingo”, me dijo sonriente, mientras despeinaba el pelaje de mi cabeza. Nos encaminamos al callejón del Mono Prieto para encontrarse con su amigo el Picocho; le compró cincuenta pesos de mariguana y doscientos de cocaína. Esa misma tarde, el Picocho lo invitó a una reunión con “unas monas bien jaladoras”, según dijo. Le estuvo rogando hasta que Ernesto accedió.
—Nomás dejo al perro en la casa— dijo Ernesto, mientras yo movía la cola y lloriqueaba un poco.
—Vámonos con todo y perro, güey, ¿no ves que es el pinche pegue?— contestó el Picocho, lo que agradezco, porque tenía ganas de ir, aunque Ernesto me endilgó sus recomendaciones tradicionales mientras íbamos rumbo a la calle del Ángel: “Pórtate bien, no empieces a babosear todo ni a quererte coger a las chavas...”
Nos fuimos a la casa de una tal Chayito; ahí estaban otras dos mujeres que no supe cómo se llamaron. Las tres me acariciaron; Chayito me regaló galletas saladas, después me dejaron en paz. Aunque era evidente que el Picocho invitó a Ernesto para que sacara el tequila, los cigarros y las drogas, éste nunca abrió su envoltorio ni lo perdió de vista. Bebieron mezcal; al poco rato se pusieron borrachos, Ernesto sacó su billete de lotería y balbuceando les anunció:
—Amigos, si no me saco la lotería pasado mañana, me cae que me parto la madre; este mundo no está hecho para mis güevos... — Una lágrima rodó por sus mejillas— Y si acaso sale premiado, les aseguro que no me van a ver ni el polvo; de inmediato me largo de este pinche rancho...
—Psst, cálmate mi Neto, tranquilo, no pasa nada. —le dijo el Picocho, tratando de consolarlo, mientras le daba unas palmadas en la espalda.
Una de las mujeres también se acercó abrazando a Ernesto; se quedó sentada junto a él, en uno de los descansa brazos del sofá; un mismo disco de Lenny Kravitz se escuchó toda la noche, luego se escucharon gemidos y jadeos, después nada. Alrededor de las cinco de la mañana, Ernesto revisó su envoltorio, los bolsillos de sus pantalones y nos fuimos. Mientras íbamos rumbo a la casa, Ernesto avanzaba haciendo eses por el camino, cabizbajo y sollozando. Yo también iba cabizbajo.
Llegando a la casa, se sentó en uno de los sillones de la sala con la mirada fija en el techo; luego hizo lo que en otras ocasiones: sacó la soga que tenía guardada en el ropero; en medio de la sala puso una silla y un banco sobre ella, subió tambaleante, aunque pudo pararse de puntas para alcanzar la viga maestra del techo. Como pudo, le dio dos vueltas a la soga, después sujetó ambos extremos con sus manos, encogió las piernas y quedó pendiendo mientras crujía la madera; se puso nuevamente de pie sobre la silla, mientras el banco y él se tambaleaban; tomó la soga por el extremo en donde había malhecho un nudo para horcas, sacó la soga, metió la cabeza por el redondel, luego lo recorrió apretándose el cuello hasta magullarse la piel, me puse nervioso y comencé a ladrar. Ernesto se sonrió para luego soltar una carcajada estrepitosa que pronto se volvió llanto, se quitó la soga y siguió llorando hasta dormirse con los zapatos puestos que no logré quitarle.
Despertó alrededor de las diez de la mañana y lo primero que abrió fue una de las botellas de Jimador, la acercó a sus labios y le dio un largo trago, hizo gestos y luego sonrió. “El show debe continuar, the show must go on”, escribió varias veces en hojas arrancadas de un cuaderno; con cinta adhesiva las pegó en las paredes, puso música de Nirvana, brincaba y bailaba por toda la casa. Yo empecé a mover la cola y corría detrás de él. Exhausto, se sentó para forjar un cigarro de mariguana mientras seguía bebiendo tequila. Yo me fui directo a la bandeja de agua, comí algunas croquetas. Él se hizo una línea de cocaína y la aspiró. Estuvo un rato buscando la pluma que estaba justo frente a él sobre la mesa, tomó el cuaderno y escribió: “A quien la encuentre: pido perdón a la vida pero tengo múltiples razones para hacer lo que ya hice. Picocho, te dejo mis discos, lo demás para mi madre, aunque no se lo merezca. Nos vemos en el más allá, si es que hay; si no, qué bueno que no los vuelva a ver. P. D. Inviten mucha gente a mi funeral.” Después lo releyó. “Qué carta tan más mamona me acabo de aventar”, dijo; moviendo la cabeza de un lado a otro, la rompió en mil pedazos que lanzó al aire, metió una bolsa de palomitas al horno de microondas y se las comió frenéticamente a puños. Se volvió a quedar dormido.
Alguien tocó la puerta alrededor de las seis de la tarde. Era la mamá de Ernesto. “Hijo, soy yo”, decía con voz fuerte mientras tocaba la puerta; yo lloraba y arañaba la puerta. Ernesto se despertó y me hizo señas de que me callara, abrió otra botella de Jimador, forjó otro cigarro y permaneció en silencio hasta que cesaron de tocar. La soga seguía colgada de la viga.
El domingo por la tarde, Ernesto estuvo una hora metido en la regadera, se afeitó sus incipientes barbas y se perfumó. Sacó su traje más fino, boleó los zapatos para fiestas; estaba impecable. Se sentó con suma tranquilidad en uno de los sillones de la sala, mató el tiempo observando el billete de lotería; mentalmente repetía su texto: “serie GS001786967, premio mayor, trescientos millones de pesos...” Cuando comenzó el programa de lotería, dejó de lado su última botella de tequila y subió rápidamente a la silla apretándose la soga al cuello; los niños gritones decían cifras ininteligibles. Comencé a lloriquear nuevamente, Ernesto me miró por un segundo y aprisa se deshizo de la soga, me quitó el collar, lo besó y lo metió a uno de los bolsillos de su traje, acarició mi cuello pelado y besó mi cabeza; me sentí feliz. Abrió la puerta que da a la calle. “Salte”, me ordenó con voz dulce y temblorosa; sólo dudé unos instantes.
Después de vagar un tiempo por las calles, permanecí varios días echado en la entrada de la casa, pero no volví a ver a Ernesto. Casi olvido por completo su olor.
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MUSEO DE POESÍA
Efrén Alfonso García Botello

Poesía y resurrección: Dante Gabriel Rossetti


Hijos de un poeta y patriota carbonario italiano refugiado en Inglaterra, todos los hermanos Rossetti tuvieron la afición y el don de la literatura. De ellos, María Francesca, la mayor, dejó un libro sobre La Divina Comedia; Christina Georgina, una trascendente obra poética, en tanto que William Michael no sólo fue uno de los críticos más respetados de su tiempo, sino que además recopiló y ordenó la obra literaria de sus hermanos, contribuyendo así a darles el lugar que después se les iría reconociendo; entre ellos, el de Dante Gabriel, nacido en Londres en 1828, muerto en Birchington en 1882, “pintor y mejor poeta” —según palabras de Rubén Moheno.
En el campo de la pintura, éste es la figura predominante del grupo prerrafaelista, nombre debido a un pacto de no sujetarse a las reglas del pintor Rafael, reconocidas como únicas por el academicismo victoriano. Su obra pictórica se caracteriza por una gran precisión en el detalle, obteniendo un efecto muy parecido a la gran profundidad de campo que la óptica fotográfica obtendría para el cine mucho tiempo después. En sus lienzos, “lo remoto no es menos nítido que lo que está muy cerca”, la frase es de Borges.
En la literatura hizo prosa, pero predominantemente poesía: frecuentaba las baladas —de extensión diversa—, y su obra House of life es hogar de vida de 103 sonetos, escritos entre 1847 y 1881. The Cloud Confines, y Sunset Wings —la obra que nos ocupa—, ambas de 1872, guardan lo más representativo de su poesía. Por desgracia, no encontramos ni siquiera referencias a ediciones de esta obra publicadas en español. Una muestra breve, pero representativa, aparece antologada en la recopilación Poetas líricos en lengua inglesa, coeditada en 1999 por CONACULTA / Oceano.
Rossetti llevó al inglés textos de Guido Cavalcanti, “esa escritura de levedad como reacción al peso de existir”, que dijera Italo Calvino. También fue hechizado por la magia de Dante, particularmente con el tono “platónico, cabalístico y romántico” de Vita Nuova, que lo llevó a traducir del italiano a un conjunto de poetas dantescos que reunió en el volumen Dante and His Circle (1861).
Tanto en su obra pictórica y literaria, el tema predominante es la hermosura física de la mujer. Rossetti contribuyó a construir aquella imagen algún tiempo tan vigente, del artista rodeado de todos los placeres con tal de conseguir esa esencia que define a las grandes obras artísticas. El hecho es que él disfrutó de una vida en compañía de bellas mujeres, dedicando su arte a exaltar esa belleza.
Aquí comienza la historia de Repentina Luz, texto emblemático de un insólito episodio de la historia de la poesía, sustento de un magnifico ensayo de Rubén Moheno, que trasmite fielmente ese asombro que sólo otorga el descubrimiento de realidades increíbles, a través de vislumbrar, apenas, la historia de un poema nacido bajo la entereza de uno de los más grandes amores plasmados alguna vez en los terrenos del arte, y que ya ha adquirido el rango de leyenda.
Elizabeth Siddal, “distinguida poetisa y pintora”, llamada familiarmente Lizzie por sus conocidos, se integró al círculo pictórico y literario al que pertenecía Rossetti, cuyos artistas no tardaron en labrar esa imagen que el tiempo ha cimentado como pocas. Quienes la conocieron hablaron de su asombrosa belleza. Fue ella quien influyó con más fuerza en la creación del tipo femenino prerrafaelista, es ella quien aparece en la famosa pintura Ophelia (1851/52) de John Everett Millais; también fue modelo del pintor Ford Maddox Brown para Lo que queda de Inglaterra (1860), así como del propio Rossetti en los cuadros Beata Beatrix (1863), Como se encuentra a ellos mismos (1864), y muchos otros.
Posteriormente, la figura de Lizzie sirvió de inspiración para la novela de John Fowles, La amante del teniente francés, que narra los avatares de una pareja frente al código moral de la época. La cinematografía —particularmente la inglesa— ha dejado pasar de largo a Rossetti como personaje, no así a Lizzie, en una adaptación de esa misma novela, hecha por Harold Pinter para la película del mismo título (1981), y dirigida por Karel Reisz, que algunos críticos, en su estreno, aclamaron inmediatamente como “un nuevo clásico”.
El impacto que la belleza de Lizzie causó en Rossetti, quedó plasmado en un conjunto de poemas que van dibujando la historia de la relación que el pintor y escritor se empeñó en construir con ella, y a través de los cuales se advierten los marcados contrastes de esa odisea, que abarcó varios años de noviazgo, hasta culminar en 1860, en un matrimonio que apenas duró dos años. Relación opacada por diferencias cada vez más difíciles, y grandes dolores que ella debía soportar a raíz de una enfermedad que lentamente la fue minando. “A nadie le importa mi alma”, había escrito, ya abrumada por los dolores físicos y espirituales, cuando ocurre su fallecimiento debido a una sobredosis de láudano (una forma del opio), sustancia que el médico le había recetado para mitigar esos dolores. Para muchos, este suicidio sigue siendo un misterio, ya que sus causas “nunca han sido aclaradas del todo”.
Esa misma noche, el acontecimiento sorprende a Rossetti cobijado bajo la Central darkness of a London brothel, lugar que quizá le inspiró algunas de sus más famosas obras. El choque que le provoca la noticia sólo es comparable a aquella gran impresión de haberla visto por primera vez. Con una faz desencajada que mostraba la devastación que se había producido en él, y en un gesto de tributo a su memoria, o quizá movido por un impulso de expiación, Rossetti colocó en su féretro el cuaderno de poemas que dedicara “a sus cabellos rojos como el cobre, a su figura elegante, a su hermoso rostro...”
Lizzie continuó siendo su fuente de inspiración, como lo demuestran escritos y pinturas posteriores a 1862. Pero el sufrimiento —que repercutió en su salud— ya nunca lo abandonaría. Enterados de su insólito gesto en el funeral, sabiendo de la inexistencia de copias y la incapacidad de Rossetti para reconstruirlos, al asombro general de sus amigos siguió la aventura de recuperar esos textos. Tras ocho años de insistir en ello, el autor finalmente accede y autoriza la resurrección de los poemas. Un juez debió autorizar la penosa tarea, tras de lo cual fueron desenterrados del cementerio de Highgate, una silenciosa tarde de 1870, para después ser publicados.
Gracias a ese círculo de amigos, hoy podemos leer líneas de Rossetti sin paralelo en la historia literaria, nacidas al calor de aquel romance, y que traducen directamente su angustia y desesperación:

Mírame a la cara, mi nombre es Pudo Haber Sido,
También me llaman Nunca Más,
Demasiado Tarde y Adiós.


En artistas como Rossetti —dice Rubén Moheno— puede observarse con gran nitidez “el peligroso filo de las cosas” del que hablan los poetas, “que sigue siendo el que siempre ha sido: el angosto confín entre lealtad y deslealtad, entre fidelidad e infidelidad, las contradicciones de la mente, la paradoja que uno trae en sí mismo. Esto es de lo que están hechos los hombres”.
Pero la recuperación de esos poemas significó un nuevo golpe a la ya frágil salud del escritor, que vio agravadas sus terribles neuralgias, contrayendo luego el hábito del cloral (el consumo de una de sus medicinas que devino en adicción), falleciendo después en medio de grandes sufrimientos.
Repentina Luz, el texto quizá más representativo, y para muchos el más importante de esta epopeya única plasmada en la poesía, y a la que dio un relieve que posiblemente nunca más vuelva a tener, tal vez se originó en la contrición de Rossetti por la muerte de Lizzie. Borges gustaba mucho de él, ya que, en contraposición a esa luz —la presencia del ser amado—, el poema había nacido precisamente por su abrupta ausencia, que llenó todo su horizonte de sombras. Quizá por ello decía que únicamente ese texto le evocaba “con toda su belleza, esa penumbra que aparece inmediatamente después de que el sol se oculta”, espléndido símil para ilustrar las emociones de quienes se ven irremediablemente enfrentados a esa otra gran metáfora que es la oscuridad.
¿Qué se puede decir de esos seres humanos, atrapados por la gran intensidad de esas pasiones?, parece preguntarse Moheno en el memorable remate de su ensayo: Jorge Luis Borges afirmó —y demostró— que un romántico nuestro, Jorge Isaacs, “no era más romántico que nosotros”, y lo citó para comprobarlo: “Una tarde, tarde como las de mi país, bella como María, bella y transitoria como fue ésta para mí”.
O podemos recordar —concluye— las líneas que Baudelaire, contemporáneo de los Rossetti, dedicó a los románticos, palabra usada hoy para señalar a los ingenuos, pero que en otro tiempo significó sinceridad: “Para mí el romanticismo es la expresión más reciente, la más actual de lo hermoso”. Por Baudelaire sabemos que los románticos, de cualquier otro tiempo, lo serán por el modo de sentir, por su espiritualidad, su aspiración de infinito, por contradecirse, y por su mirada sistemáticamente vuelta al pasado.
Trazos que dibujan por completo esa actitud con la que se escribió la poesía de Dante Gabriel Rossetti, en particular Repentina Luz, aquí en una traducción de Rubén Moheno. Quizá por esa traducción, que en nuestra opinión pudo haber estado mejor, una primera lectura del texto nos resulta un tanto incomprensible, como si se nos regateara su grandiosidad: El autor lleva al poema romántico más allá de sus fronteras convencionales, ya que lo escribe desde la certeza de la eternidad de su amor. En toda una alegoría del artista enfrentado a la irremediable ausencia de su amada, imagina, en un lugar que le es familiar, sin saber cuando ni como estuvo ahí antes, un repentino encuentro, y frente a esa luminosa presencia, que finalmente reconoce, se pregunta si “el vuelo circulante del tiempo” restaurará sus vidas, y si su amor nuevamente les traerá otro deleite “noche y día”. Como fuere —se contesta— siempre estará con ella. Finalmente, termina preguntándose “si por amor de Amor” en ese “dormir y despertar”, esa cadena (¿su unión?) no se romperá ya jamás...

Repentina luz

Dante Gabriel Rossetti


Yo estuve aquí antes,
no sé decir como ni cuando fue;
conozco los prados detrás de la puerta,
el dulce aroma penetrante,
los sonidos suspirantes,
las luces a lo largo de la orilla.

Tú has sido mía antes;
no sé decir hace cuánto fue:
pero cuando esa golondrina remontó,
y giró tu cuello, cayó algún velo;
lo supe al instante.

¿Y había sido así antes?
¿Y no será que el vuelo circulante
del tiempo, restaure nuestras vidas,
y nuestro amor, a pesar de la muerte,
nos traiga otro deleite noche y día?

Ahora, entonces, ¡con suerte otra vez!
¡ronden mis ojos la agitación de tus cabellos!
¿No yaceremos como hemos yacido,
y así, por amor de Amor,
el dormir y el despertar
no rompan la cadena jamás?

Fuentes:
Bibliografía
- Bartra, Agustí (Comp.): Antología de la poesía norteamericana, UNAM, México 1984, Col. Nuestro Clásicos, no. 11.
- Varios: Poetas líricos en lengua inglesa, estudio preliminar de Silvina Ocampo, Coed. CONACULTA / Oceano, España 1999, Col. Biblioteca Universal.

Hemerografía
Moheno, Rubén: “‘Repentina Luz’, de Dante Gabriel Rossetti”, La Jornada Semanal, p. 8, no. 307, 21 de enero 2001, México D.F.
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LA ROSA DE LOS VIENTOS

Efraín Gutiérrez De la Isla

Para Joseangel Rendón Delatorre



¡Zorra! Ana ara arroz a la zorra, ara Ana arroz,
y ahógala -oh, halago- ¡ay!
¡hágala y halaga!

Cerré erres.

Los Sol
no son seis íes, no son.

Nos haga son.

Nada Adán a mamá, nada Adán,
de ocico, Ed.
¡Nadan!

Sodio(s)oídos.
¡Odio ese oído!

Oído(s): solo los (s)odio,
non haga non,
non haya non,
¡hoyo non, haga non… o, yo!

Oro oid: ¡ser res dio oro!
¡Oro poro!

Oir y oro, lloro y río.
Oirnos oasis, ah, oh, sonrío...
Sonrío al -¡ah!- oirnos.

¿Y Mimí?
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EL SOL DEL TRÓPICO
Suplemento del suplemento de El Sol de Zacatecas

Realizarán seminario sobre filosofía y política en el medioevo


Todos los lunes del 24 de enero al 11 de abril, el Gobierno del Estado de Zacatecas a través del Instituto Zacatecano de Cultura, desarrollará el seminario “Filosofía y Política en la Edad Media, Dios-Hombre-Poder de San Agustín a Dante”, impartido por el Dr. Luis Felipe Jiménez Jiménez, en la sala audiovisual del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez.
El seminario, dirigido al público interesado en general, cuenta con un valor curricular de 60 horas y tiene como objetivo realizar “un análisis de los textos más relevantes de la filosofía política del medievo, a partir de “La Ciudad de Dios” de San Agustín, hasta “La Monarquía” de Dante Aligheri, donde se prestará especial atención a la obra de Santo Tomás de Aquino; así mismo tiene el propósito de familiarizar a los participantes y estudiosos del tema con una época por mucho tiempo subestimada, pero que ha influido de manera determinante en el mundo moderno, el cual no es “sino el resultado de la discusión entablada por el pensamiento occidental de los siglos XVI al XVIII.
El programa de este seminario está integrado por los siguientes temas: 1.- Introducción: ¿Qué es la Filosofía de la Edad Media?; 2.- Plotino y la Gnosis: las fuentes próximas de la metafísica agustiniana; 3.- Ruptura Cultural: de “Las Confesiones” a “La Ciudad de Dios”; 4.- “La Ciudad de Dios” o la metafísica de la historia; 5.- “La Ciudad de Dios” entre Platón, Hegel y otras utopías; 6.- Dios-Verdad y Poder: de Boecio a Abelardo; 7.- La revolución teórica de Santo Tomás de Aquino; 8.- Realismo y Minimalismo: Verdad vs. Libertad; 9.- Dante Aligheri o el último vuelo del águila imperial; 10.- Reforma y Contrarreforma: ¿La última confrontación entre platónicos y aristotélicos o entre agustinianos y tomistas?
Respecto a Luis Felipe Jiménez Jiménez, nació en Bogotá (Colombia) y cuenta con doctorado en Filosofía y Ciencias de la Educación por parte de la Universidad Complutense de Madrid (España); ha publicado varios libros, como Giordano Bruno: Naturaleza y Azar, En los Albores del Sujeto Pedagógico entre otros; también ha colaborado en revistas universitarias de Colombia, Venezuela, España y México.
Cabe hacer mención de que este es el segundo de una serie de tres seminarios, los cuales a su conclusión acreditarán un diplomado. La invitación para cursar este seminario “Filosofía y Política en la Edad Media, Dios-Hombre-Poder de San Agustín a Dante” está abierta al público interesado en general y el costo de recuperación es de 350 pesos, los cuales incluyen los materiales a estudiar. Para mayores informes puede comunicarse a los teléfonos 9-22-21-84, 9-22-11-13 y 9-22-11-52 extensiones 25 y 27.

Invitan a participar en curso de coordinadores de Salas de Lectura

El programa Nacional de Salas de Lectura SEP-CONACULTA y el Gobierno del Estado de Zacatecas, a través del Instituto Zacatecano de Cultura, con el propósito de difundir, promover y fomentar el habito de la lectura en todos los rincones de la entidad, invitan a todos los interesados a participar en el Curso de Formación para Coordinadores de Salas de Lectura.
La sesiones se desarrollarán del miércoles 26 al sábado 29 de enero en la Cueva del Club de Leones, en Av. Torres Quintero, carretera de Loreto a San Marcos, en el municipio de Loreto, Zacatecas.
El curso está dirigido a las personas interesadas en el fomento de manera voluntaria dentro de sus entorno social, en el ámbito público o privado, que no esté relacionado con su área laboral, y tiene el objetivo de capacitar a integrantes de las diversas comunidades, con el fin de habilitarlos como Coordinadores de Salas de Lectura.
Los interesados en el curso deberán ser lectores con el afán de compartir y estimular el gusto y el placer por la lectura, contar con experiencia en su fomento y tener disposición de trabajar para la comunidad de manera voluntaria. Así mismo, entregarán una solicitud de participación que contenga su fecha de elaboración, datos generales del interesado, una historia lectora del participante, su experiencia en fomento a la lectura y una breve explicación del porqué de su interés en este tipo de actividades.
Las solicitudes deberán entregarse en el Departamento Editorial del Instituto Zacatecano de Cultura y en la Presidencia Municipal de Loreto; el cupo es limitado a 30 personas y la fecha límite de recepción es el día 22 de Enero de 2005.