lunes, febrero 21, 2005

No. 239. 30 de Enero de 2005

El reality show de la poesía nacional

Sobre el hit parade de Letras libres o el ranking nacional de los diez poetas más buscados por internet

Rafael Toriz y Sigifredo E. Marín


En un acto de pleno despotismo ilustrado, la revista Letras Libres en su número 72 (diciembre de 2004) ha convocado a sus lectores –mediante el voto electrónico– para tabular una lista canónica de “los diez mejores poetas mexicanos vivos” (sic), quizá con la finalidad de llenar el vacío mediático e intelectual representado por la muerte de Octavio Paz. Creemos que el solo hecho de la encuesta ya es de suyo ocioso, autocomplaciente e inútil, y sin embargo plantea un problema que es necesario discutir: el carácter social de los poetas en México. Debido a la ausencia de voces críticas, hasta el momento, sobre tal encuesta, nos sentimos obligados –como lectores de poesía– a señalar algunos puntos de discusión:

a) Si bien la idea de hacer una votación de “popularidad” resulta plausible como capricho, es ociosa como crítica. Nada quiere decir sobre la calidad literaria el que diez poetas nacionales sean los más populares de una revista. Dicho método sólo sirve para avivar el avispero y ver qué poetas cuentan, acaso, con más seguidores –que no necesariamente equivale a lectores. Cosa que tampoco dice nada en términos de mejor o peor y mucho menos nos dice algo sobre su relevancia poética.

b). “Pregunta osada, quizá incontestable. Pero también estimulante y divertida” se lee en la convocatoria. No vemos mayor osadía que la arrogancia de los editorialistas al pretender que su revista sea la dadora de dádivas y prestigio literarios. La prohibición discursiva de señalar quienes están in y out es una temeridad digna de Tv notas y Tv y novelas Además, al menos a este par de no-selectos lectores de Letras Libres, les resulta difícil ver lo “divertido” y “estimulante”. Lo que verdaderamente estimula es la compasión.

c) Sabrá Dios como seleccionaron a los 200 “nominados”. Si en vista de su trayectoria, su renombre en el mundillo literario, su credo o su partido político. Resulta inconcebible hacer una competencia de poetas de 30 ó 40 años de edad con poetas que tienen 30 ó 40 años de actividad literaria. Sólo diremos que resulta inconcebible y punto. (Además, si la lista ofertada responde al contentillo de la revista, los resultados se encuentran previamente inducidos, por lo que, el “top ten democrático” (¡sic!) no debe ser tomado en serio.)

d) El mero sentido común nos dice que las comparaciones son estúpidas y, además, los criterios no formales ni semánticos de un poema difícilmente pueden arrojar luz sobre las virtudes o carencias del trabajo literario. Dice el poema Desiderata: “compárate y te volverás vano y amargado”. Por otra parte, meterse en la cuestión del gusto es un gran embrollo. Se prefiere al café sobre la leche, la tez morena sobre la rubia o viceversa. Y en cuestión de gustos, como dicen los abuelos, no hay mejores ni peores sino “diferentes”. En la poesía las diferencias no son de grado sino cualitativas, o para decirlo con Hume “la belleza no es algo inherente a las cosas: sólo existe en los ojos del espectador”.

e) ¿A qué oscuro (o iluminado y mediático) interés obedece el afán de ser el number one, el mejor de la clase? Es bastante molesto ver cómo muchas personas quieren por fuerza hacer(se) un “pequeño Paz” o tener una figura, acaso herencia del PRI-gobierno, bajo la cual cobijarse. ¿Acaso no es mejor hacer las cosas por el gusto y el placer que provocan sin estar pensando si el trabajo es acreditado por todos? ¿O es que la guerra de las encuestas es una nueva peste social que llegó para quedarse y contaminarlo absolutamente todo, incluyendo la literatura?

Pasarela de nombres, una encuesta de poetas sólo muestra la impostura y el arribismo extraliterario que busca definir a la poesía desde criterios cuantitativos y mediáticos –dejando de lado la singularidad de la creación poética. Los supuestos herederos de Paz se sienten con el derecho de legislar qué es la poesía hoy y quiénes son los mejores poetas vivos, dejando libremente que el lector se convierta en encuestado. La libertad de Letras libres parece limitarse al libre mercado de opiniones estandarizadas, esto es, las encuestas.
Lo significativo no es ver quiénes son los diez mejores poetas mexicanos vivos sino saber que, afortunadamente, la literatura mexicana cuenta con un nutrido y heterogéneo corpus poético para disfrute de todo aquel que guste de la lectura. Tristemente, encuestas como esta contribuyen a que haya, como siempre, más poetas que poesía, más renombres que hombres. ¿Qué es lo que sigue: el mejor agente de ventas en el mercado literario? Ahí, seguramente la suerte –también– ya está echada. Y la poesía: ¡bien, gracias!
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Paul Celan o la claridad de las cosas

Juan Manuel Gómez


No sería fácil decir si por fortuna o por desgracia contamos hoy con las obras completas de Paul Celan (Czernowitz, 1920-París, 1970) traducidas al español. Se trata de un libro publicado por Editorial Trotta (Madrid) en 1999 y reeditado en 2000, que puede conseguirse prácticamente en cualquier librería mexicana. La existencia de un ejemplar que contenga “todo” lo escrito por Celan es sin duda motivo de júbilo; sin embargo, resulta decepcionante abrir sus páginas y encontrarse cada vez más lejos de la música de Paul Celan y, sobre todo, de descifrar su enigma.
El libro en cuestión cuenta con un breve pero muy completo ensayo introductorio escrito por Carlos Ortega, quien reúne piezas clave, como es el caso de los estudios de Peter Szondi, John Felstiner y José María Pérez Gay, y forma con ellas uno de los mapas biográficos más fieles y documentados que se hayan escrito sobre el poeta de la Bucovina.
Hasta aquí sigue siendo una buena noticia la reunión de los trabajos de Paul Celan . Pero pasemos a los poemas. Hay que decir, por principio de cuentas, que Celan es un poeta oscuro, aunque él mismo se empeñe en negarlo enfáticamente —sobre todo a quien para Luis Miguel Aguilar es su mejor traductor al inglés: Michel Hamburger. No se puede esperar que alguien, ni siquiera alemán, lo descifre completamente —principalmente en sus últimos libros—, como no se le podría pedir a nadie que traduzca Trilce, de César Vallejo, a un español comprensible. Ambos, Vallejo y Celan, se enfrascaron en los meandros del lenguaje y su obra nos lleva a codificar la realidad a partir de emociones puras; a veces no comprendemos sus palabras, pero los poemas nos hacen estremecer desde lo más hondo.
El hecho de que se trate de un trabajo difícil no justifica la labor del traductor de Celan en estas obras completas —hecha por un especialista reconocido, José Luis Reina Palazón, traductor de Georg Trakl, Hans Magnus Enzensberger y Goethe—, la cual, por cierto, deja mucho que desear, y es en este sentido que se vuelve decepcionante la lectura de estas obras completas de Editorial Trotta.
Tal vez algunos lectores mexicanos, después de leer las versiones de José María Pérez Gay (recogidas en Paul Celan, Sin perdón ni olvido, UAM, 1998), nos hemos vuelto exigentes y queremos leer a ese Celan y no a otro. Queremos a un Paul Celan vivo, musical, contundente, cuyo dolor absoluto se ha transformado en lenguaje puro, y rechazamos a un Paul Celan, como el que nos ofrece Reina Palazón en los poemas, engolado, que se tropieza con las palabras, que tarda en llegar al corazón.
Las versiones que hace Reina Palazón de la prosa de Celan son muy distintas, sin embargo. Aquí, a diferencia de los poemas, sí encuentra al verdadero Paul Celan y lo hace hablar en español para nosotros.
No es fácil encontrar la voz de un poeta, sobre todo si se trata de un poeta difícil. Quizá estemos pidiento demasiado y el hecho de que José María Pérez Gay haya logrado esa comunión de almas para transportar al español el dilema alemán de Celan sea obra de un milagro irrepetible.
¡No soy hermético!, repetía insistentemente Paul Celan a Michel Hamburger, según refiere Luis Miguel Aguilar en una reseña publicada hace más de dos años. Y Carlos Ortega, en el prólogo de estas obras completas, recuerda: “Su biógrafo, Israel Chalfen, refiere lo que le contestó un día a alguien que le había pedido que le explicara un poema: ‘Siga leyendo. Basta con leer y releer, y el sentido aparecerá por sí solo’. ”
Todo lo que se necesita para entender una obra de arte debe estar contenida en la obra misma. Ése era un poco el discurso de Celan. Él hablaba con la verdad, con una profunda verdad que era suya, y quien lo leyera tenía que llegar a ella, por cruda que ésta fuera, en el momento más inesperado. Su intención no era hacer intrincados laberintos o complicadas adivinanzas jugando con los trucos efectistas del lenguaje. Celan lo que menos quiere es poner trampas. Su intención es justamente la contraria: decir de modo simple y llano la verdad. Y es esa “claridad de las cosas”, por llamarle de algún modo, de donde parte lo oscuro que puede ser para nosotros, con nuestras complicadas mentes llenas de datos, mentiras y prejuicios. “Sólo las manos verdaderas escriben poemas verdaderos”, decía.
«¿Entenderíamos poemas —se pregunta Luis Miguel Aguilar— como “Fuga de muerte” o “Stretta” si no supiéramos que el poeta está hablando de los campos de exterminio nazis donde murieron sus padres en la Segunda Guerra Mundial? La respuesta es cada vez más clara: nos lo dicen los mismos poemas de Celan y no sus alrededores. Sus grandes poemas no son estetizaciones de la muerte; no cesa de sorprendernos, más bien, que con una materia tan impura, Celan lograra estos cristales.»
Cristales hermosos que reflejan como prismas la bestialidad de “esa época” como llamaba eufemísticamente Celan al holocausto, sin atreverse públicamente a repetir esa palabra. El poema “Recuerdo de Francia” termina diciendo: “Estábamos muertos y podíamos respirar”.
“Cada palabra ha sido escrita —le decía Celan a Arno Reinfrank a propósito del libro Parte de nieve (1971)—, créame, en relación directa con la realidad. Pero no, eso no se entenderá”.
Celan siempre vio en lo explícito el fracaso de la poesía. Ésa fue la razón de que no sólo haya retirado su primer libro, sino que, incluso, renegara —al grado de prohibir su reedición— de algunos de sus poemas más celebrados, como es el caso de “ Todesfuge “ (“Fuga de la muerte”).
Qué es lo que pasa por la mente un instante antes de jalar el gatillo. Seguramente cualquier tontería, cualquier trivialidad que detona, que inicia una larga cadena que de continuar llegaría a lo más profundo, a esos pensamientos incomprensibles aun por nosotros mismos, que están cifrados tal vez en ese lenguaje original que estaba en nosotros cuando llegamos al mundo, cuando sabíamos con certeza quiénes éramos e inaugurábamos todas las cosas. Ese lenguaje cuya única función era decirnos a nosotros mismos, interpretarnos lo que nuestros sentidos percibían, y que vamos olvidando para sustituirlo por el que ahora tenemos. Esa voz interior que no tiene ninguna interferencia y que sólo manifiesta nuestro diálogo interior con el mundo y, en esa medida, es completamente verdadero, y su verdad nos asalta como un tumulto y nos devuelve al origen con toda su pureza rotunda. La poesía es en gran medida esa vuelta a la esencia de las cosas. Es esa trivialidad detonadora y es también ese balbuceo original. Es, en resumen, la aspiración de una verdad común que surge entre todos los matices y nos enseña la misma cara de las cosas que todos podemos reconocer.
La poesía de Paul Celan es precisamente eso: la clara experiencia del lenguaje. De ahí su aparente oscuridad y complejidad. En realidad es una vuelta atrás, hacia lo más simple. Hacia el origen, en este caso, del dolor, del caos, del peregrinaje a que se vio obligado por el hecho de ser judío. En la nota introductoria de Sin perdón ni olvido —que, por cierto, en vez de estar al inicio del libro está al final, y que junto con una selección de esos poemas se publicó en las páginas de Crónica Dominical tiempo atrás—, José María Pérez Gay refiere la presentación que hiciera su maestro Peter Szondi la tarde de diciembre de 1967 en que llevó a Paul Celan ante sus alumnos:
Estos textos no son sino una cicatriz que no se cierra: una cicatriz de nuestro tiempo. No niegan la dignidad del miedo ni el consuelo de la confianza. [La de Celan] es una poesía ardiente brotada de la vida y el diálogo del hombre con el mundo. En sus poemas brillan los nombres de las cosas, aparecen diáfanas las plegarias y los colores cobran una existencia prodigiosa. Resucitan a las víctimas, se afanan los sobrevivientes y dicen su misterio antiguas teogonías hebreas. Hay amapolas y memoria, urnas y arena, tallos y lámparas. Todo un universo hecho con las manos llenas de dolor y el alma interrogante. Celan es un poeta que ha dejado un rastro de fuego en la lengua alemana.


Molinos de viento
te llenan los pulmones y remas
por canales, lagunas y canales,
a la luz de la palabra,
sin un por qué
en popa,
sin un adónde
en proa,
sólo el corno de Aries
te sostiene en vilo.

Volver al origen suspendido por una fuerza inexplicable. Tal vez justo en el tránsito del puente Mirabeau a las aguas del Sena, en ese preciso abismo final, Paul Celan pensaba precisamente en la noche y el día que comenzó el éxodo de su alma para no regresar jamás a su cuerpo.
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LA ROSA DE LOS VIENTOS

Polvo de Ángel

Dalí Corona


Para Silvia E.

Pasamos la noche en vela, bajo techos distintos,
en distintos barrios, escuchamos llover la misma lluvia.
Y descubrimos que no podíamos dormir separados.
Eduardo Galeano
Días y Noches de Amor y de Guerra

I
Se diría que las calles fluyen dulcemente por la noche y que a pesar de tanto frío, los faroles, las velas, las casas de asistencia pública, son parte de una oscura estratagema que obliga a la marea a cambiar de dirección.
Se diría que mientras escribo esto y mientras intento calmar las voces que se agolpan en la puerta, una mano se apresura y cierra la venta, porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse, nada tienen que imprecarse.
Tengo una voz que busca en vano su sombra, una casa que se va desbaratando y un callejón lleno de brújulas que muestran dónde vives, dónde duermes, dónde y dónde se derrama tanta luz con tanta ira, tanta muerte aún fosforescente.
Pero pongamos, si cada uno dijera en un momento dado, te amo, te extraño, te necesito, te quiero, qué horrible beldad aquella de mirarte dormida entre las sábanas, sepultada en los enjambres de una noche breve y fulminante.
Es por eso que la mano cierra el frío, es por eso que la mano indaga por tu nombre, esperando hallar algo de ardor, un poco de llama que amanezca y selle el hueco donde florece un arsenal de espectro olvido, una mancha que avecina polvo de ángel.
Silvia, Silvita: Si escribo esto, es porque quiero que se noten las manchas de mi ropa, es porque espero lograr, no la madrugada, no el fantasma ni la hoguera, no la lluvia, sino el vuelo de un ave taciturna alrededor de mi mirada; un ruido de escalones que se pierde puntual entre las aguas.
Qué nostalgia, Silvia, la que siento, qué dolor y cuánta rabia y qué inservible esta carta herida de muerte en cada párrafo.


II

Pero igual que una luz fosforescente se pierde entre la arena cuando se ha lanzado al viento para pedir algo de ayuda, así mi voz sepulta sus balidos en la noche; así se va haciendo una parte más de las estrellas y apacigua su furor de inapagable llama revoloteando en la penumbra.
Propongo aquí verter toda la sangre, propongo yacer entre estas letras, sacarnos los ojos mutuamente y mirar cómo las lágrimas se escurren por toda la ventana.
Propongo andar a gatas, convertirnos en un fuego más rubio y más tenaz que el mismo que se halla sepultado en el poema.
Propongo morir baldíos, ahogados por tanta arena incandescente.
Qué insecto montaraz descose el sueño, qué fría madrugada se avecina dejando caer dardos mortales; un arsenal de bombas y de espectros que enmudece hasta la lluvia.
Qué querida amiga hiere el viento, incendia la recámara y se desploma como una silenciosa
madrugada a punto ya de reventar...
Me sobrevivo en vela, mereciendo que el corazón me amputen al matarme...
colocándome protones de silencio entre la sangre;
me sobrevivo, mansamente, hecho de polvo.
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EL CORREO

Opina sobre Zacatecas

Le saludo ampliamente y los felicito porque este es un periódico que la gente busca mucho; también los felicito por su suplemento y espero que sigan como hasta ahora. Me dirijo a ustedes con la única petición de que se me publique la presente, aprovechando la apertura del espacio. Tengo cinco años viviendo en Zacatecas y siempre me ha interesado la cultura, y por eso procuro mantenerme al tanto. He visto algunas de las polémicas que han tenido lugar sobre los edificios de su hermosa ciudad, sobre las obras que se han hecho para resaltarlos, etc. También he tenido oportunidad de platicar con algunos universitarios sobre el tema y me doy cuenta que hay gente muy informada sobre el tema pero que sin embargo no participa en este tipo de discusiones, tal vez por la idea de que no se llegará a ningún lado. La impresión que tengo en lo general es de que muchos de los argumentos que he escuchado a favor o en contra de cualquier idea, se basan mucho en atacar o defender tal o cual persona, institución, etc. y con eso lo único que se hace es reproducir lo que hacen nuestros políticos mexicanos, que más que discutir las cosas de fondo, se entretienen en dimes y diretes como se dice vulgarmente.
(...) También creo que los zacatecanos en lo general parecen no valorar lo que tienen. Yo me pregunto si realmente tienen la capacidad de disfrutar su ciudad tal como la disfruta un turista o una fuereña como yo, que durante toda su vida vivió en un lugar como León, Guanajuato. Ya quisiéramos muchos tener la mitad de monumentos que tienen aquí, además de plazas, callejones y demás, eso sin contar los festivales culturales que aquí se hacen, como el de Semana Santa, el de Teatro de la Calle, el del Folclor, las Morismas, etc. etc. (...) Por otro lado creo que deberían organizarse más y no ser tan apáticos a su realidad, valorarse un poco más como personas y aprender a valorar a los otros. Creo que aquí pasa mucho de lo que vi en mi tierra y que a lo mejor es propio de la provincia, aunque pueda sonar peyorativo, y es que todavía no es una ciudad muy grande y como todos parecen conocerse, en lugar de aportar ideas parece que nada más están aprovechando la oportunidad para criticarse unos a otros. Hay muchas cosas que se pueden hacer en esta bella ciudad pero la gente parece estar esperando algo y no se trata de quedarnos sentados. Ya quisieran otros tener las oportunidades que tienen los zacatecanos en su tierra.


Noemí Vargas.