martes, noviembre 08, 2005

Bagatelas

Lolita
Nadia Talamantes

El vía crucis llamado Servicio de Administración Tributaria (SAT), ese órgano “desconcentrado” de la SHCP, ha significado para muchos de nosotros una lección de paciencia e integridad frente a los enigmas del sistema recaudador. Hacienda es la reencarnación posmoderna del mítico bicharraco de múltiples cabezas que se dedicaba a aterrorizar a los ciudadanos de la zona de Lerna en el Peloponeso. La Hidra del mito griego tiene hoy el nombre más inocente de Lolita, pero sigue acobardando al más valiente. No hay escudo que nos proteja del SAT ni de su lenguaje críptico, los simples mortales debemos encomendar nuestra salvación a hercúleos contadores. ¿ISR? ¿IMPAC?, contrate a un iniciado para que le lleve las cuentas y le traduzca en lenguaje llano sus obligaciones fiscales. Un hércules a sueldo que le limpie los establos a fuerza de cálculos y tarifas variables.

El SAT no es protervo en sí, son sus “desconcentrados” burócratas los que de vez en vez sueltan laberintos disfrazados de formas 1-D1, R1, R2 y anexos infinitos. Laberintos sin hilo, sólo largas filas de personas esperando al minotauro. Burocracia, esa es la palabra que arroja luz -mejor, oscuridad; “bureau” y “cratos”: el poder del escritorio. No somos hombres tratando con hombres, somos usted y yo frente a un ente abstracto con máscara de persona, nosotros frente al demonio de la impersonalidad, la estandarización, el papeleo, los reglamentos y las casillas hambrientas de datos.

Lejos queda la creación de Weber: la burocracia como el sistema perfecto de servicio, de eficiencia, de organización, de administración racional. Max Weber pudo prever las atrocidades que su Frankenstein cometería, intentó poner límites a la burocratización del mundo, pero la máquina ya tenía vida propia y había establecido una brecha insalvable entre el prestador del servicio público y su usuario. Seguramente Kafka leyó a Weber y se preguntó con él qué carajos era ese buró empoderado, y tras haber visitado de incógnito nuestras oficinas mexicanas decidió escribir “El Proceso”. Oh, pobre señor K, testimonio del vía crucis de las ventanillas y los sellos, del trámite cotidiano de la orden sin explicación. Si Weber viviera, tendría que hacer como Diógenes, pasearse de día por nuestras dependencias, secretarías, subsecretarías, departamentos, módulos y escritorios portando una lámpara, buscando un resto de humanidad en el funcionariado, buscando a un hombre y no a un bicho policéfalo con nombre de mujer.
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Dos divagaciones en torno a una taza de café

Kutzi Hernández Galván


Continente de la vigilia parda
incensario
beso tu piel de porcelana
y me asalta el ardor de tu lodo espumoso.
Tiritas, mi reflejo,
tiritamos en el huerto de las infusiones.

Recipiente de insomnios
con perfume de tierra
tu sangre amarga bebo.
Espirales alcalinas, tus dedos me penetran
y en ti me miro, vacilante
y la tarde se estremece a nuestro lado.

1 Comments:

At 10:07 p.m., Anonymous Anónimo said...

Animo, sigue con el blog, estoy deseando leer nuevas actualizaciones.

 

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