sábado, enero 08, 2005

No. 236. 9 de Enero de 2005

Año nuevo
Nadia Talamantes

Lo que empacha en estas fechas de cierre anual es el exceso de rituales huecos y la ausencia de regeneración. Sí, están los propósitos de año nuevo (en una noche espero abandonar todos los vicios), pero un examen de conciencia despierta el fantasma de todos los proyectos incumplidos.
No se puede contra la creencia irracional de recibir bendiciones a cambio de supercherías. Las uvas, las velas, la ropa interior amarilla y las lentejas, todo sirve para granjearse al demiurgo cumplidor de deseos. Los ritos son más poderosos que la lógica, los escépticos terminamos cediendo por si las moscas (pasearé mi maleta vacía por la calle con una postal de Praga arrugada en la mano).
Nos vemos inducidos, en esta época de penurias, a realizar rituales cargados de buena voluntad, más que de poder, para invocar salud, prosperidad y protección para el nuevo año. Poco importa que nuestros motivos sean más prosaicos que los que movieron a los celtas o a los romanos a celebrar el solsticio. Hay que celebrar, la borrachera de fin de año es el último amnésico que nos salva unas horas del terrible bache que oscurece todos los inicios de año, la cuesta de enero.
Con los bolsillos desinflados, una lista de propósitos tan espinosos como las mitológicas tareas de Hércules y el reto de aprender a declinar el 2000 con un 5, nos enfrentamos al nuevo año fiscal, pues también Hacienda tiene derecho a su tiempo cíclico. De hecho, se me ocurre que sería estupendo que todas nuestras instituciones hicieran pública su lista de propósitos de año, no viene mal que sientan, ellos también, la necesidad de corregir sus inmoralidades.
Por otro lado, da miedo recibir este año (el brindis en voz baja y mano temblorosa) y hay poca nostalgia por el que se fue. El 2005 no apunta hacia la realización de deseos, augura la actualización de temores, más Bush, más Irak, más Israel, más Afganistán, más Corea del Norte, más Tláhuac, más Bejarano y más Juárez esperando aniquilar la confianza de la gente de bien. Los Reyes Magos se lucirán con el obsequio de una contienda electoral prematura y una agenda con el acuerdo migratorio tachado. (Le pedí a Santa un manual para interpretar las estadísticas, no me lo trajo, ¿qué significa que el 10% de la población mexicana sea analfabeta?).
Tantos muertos que no podrán recibir el año, tantos vivos que no hacen lista de propósitos, pues ya no esperan nada. Pero los mexicanos somos muy creyentes, y apostamos cada año por un nuevo eón, una nueva era más luminosa que la anterior. Y nos atragantamos de uvas, una por la paz mundial, venga otra para tomar con humor el incremento en el salario mínimo, otra uva por que encierren a Pinochet, una más por el campo y las lluvias, ésta por que no se extinga el jaguar, por el fin de los transgénicos, de los narcos y de los maremotos, por que la aldea global no nos haga más pobres y así hasta terminar con toda la reserva vitícola del país.
Empachémonos de uvas y deseos, estos rituales tienen poder, al menos el poder de dejarnos invocar cosas mejores. La regeneración es una necesidad, de la tierra y de los hombres. Y confiemos, también, de las naciones.

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Susan Sontag: ciudadana de la intemperie global
Sigifredo E. Marín

Acabo de enterarme de una terrible noticia, otra más después de los trágicos maremotos de Asia: ha muerto Susan Sontag; pensando que se trata de una broma de mal gusto en el día de los santos inocentes, confirmo en varias agencias de noticias el suceso, y sí, efectivamente, Susan Sontag está muerta. Después de una penosa y ardua batalla contra el cáncer, el principio de muerte se impuso sobre el principio de vida.
Susan Sontag ha sido un paradigma de intelectual crítico a partir de la década de los sesentas. Escritora, cineasta y activista social, ciudadana comprometida con su mundo, Sontag falleció este 28 de diciembre en Nueva York a la edad de 71 años. Su figura es emblema de una izquierda lúcida que buscó hacer de la imaginación crítica y la lucidez dos armas poderosas en medio de polos extremos (y aparentemente opuestos): la barbarie de los poderes hegemónicos y la estulticia de una izquierda autoritaria. Participó en los movimientos de autonomía más relevantes del siglo XX: la lucha por los derechos de los negros, la igualdad de las mujeres, la reivindicación activa de grupos minoritarios, el desenmascaramiento de la ideología bélica sobre Vietnam; fue activista en Bosnia y criticó con dureza las invasiones imperiales a medio oriente. Sintetizó su lucha en un aforismo: «Mi único compromiso es el de ser una ciudadana. Y como ciudadana, como ser humana, siempre me he sentido obligada a usar la voz pública».
Su voz crítica siempre ha tomado la forma del presente, hasta antes de su muerte, nunca había descansado su denuncia feroz contra las formas de dominación realmente existentes. Ni siquiera el cáncer, la detuvo. Jamás cedió ante las diversas formas de dominación y domesticación de los aparatos del poder. Se avergonzó tanto del Estados Unidos de Bush como del apoyo acrítico de Gabriel García Márquez al dictador Fidel Castro o de todos esos intelectuales con orejeras incapaces de hacer autocrítica.
La obra de Sontag anticipó muchos de los acontecimientos cardinales de la sociedad actual. Artista y pensadora de nuestro tiempo, hizo de la novela y el ensayo géneros híbridos para pensar los problemas contemporáneos. Junto con Paty Smith fue una de las voces discordantes frente a los atentados del 11 de septiembre del 2001. En el 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias, justo cuando su país invadía Iraq; conflicto que criticó sin concesiones. A pesar de las críticas y los ataques que recibió, la autora de En América, jamás renunció a su autonomía y fidelidad éticas. Alguna vez confesó que la literatura había ampliado su capacidad de compasión. Por eso veía su intervención política como una extensión de su literatura (al respecto recomiendo la excelente página web Susan Sontag en www.susansontag.com/index.htm).
Sus opiniones y escritos incendiarios, escandalizaron las costumbres de una intelectualidad políticamente correcta. Una niña terrible que amaba la polémica, cuando regresó en su juventud a New York tenía sólo una meta: ser escritora, y sin quererlo, se convirtió en una figura de culto. Como consideraba que escribir es inseparable de vivir, pensar, ver, sentir y actuar, buscó relacionar su formación filosófica con la cultura, el arte y la vida cotidiana. Y el resultado fue explosivo y sorprendente: uno de los análisis más lúcidos de la cultura en su relación con el arte y la política. Durante meses veía dos o tres películas diarias, le encantaba el cine mudo, pero lo que más le entusiasmaba era que el nuevo cine europeo de gente como Godard y Bresson porque lleva hasta sus últimas consecuencias las vanguardias y experimentaciones artísticas.
En este mismo sentido, el arte fue para ella un laboratorio de experiencias que transgreden las fronteras impuestas artificialmente entre razón y pasión, alta cultura y baja cultura, inteligencia y animalidad. Su amor por el teatro y el cine da cuenta de un interés por pensar con el cuerpo. Para Artaud –a quien gustaba citar Sontag– saber, experiencia y vida se entrelazan en una obra de arte que nos abisma en una violencia sagrada: "Lejos de asociarse a un fácil irracionalismo que polariza razón y sentimiento, enfatizó Sontag-, Artaud imagina el teatro como el lugar donde el cuerpo puede renacer como pensamiento y el pensamiento como cuerpo”. Ella fue una intelectual que replanteó el humanismo desde una visión pluralista.
Su formación en Europa y su pasión por escritores como Benjamín, Weil, Camus y Canetti le permitieron crear una síntesis reflexiva que ha fungido como puente entre las tradiciones continentales y norteamericanas. Carlos Fuentes, Álvaro Mutis y Salman Rushdie coinciden en verla como una escritora capaz de atravesar la espesa niebla mediática con una inteligencia luminosa y clara. En un comunicado difundido por Afp y Dpa, Rushdie manifestó aflicción por su fallecimiento: “era una de las artistas más prominentes y una amiga querida y amada. Una pensadora valiente y original que fijó un modelo de rigor intelectual al que yo y sus muchos otros admiradores continuamos aspirando, insistiendo en que la obligación de expresarse sobre los grandes temas de la actualidad va pareja al talento literario".
Judía de origen, amó y odió con todas sus fuerzas la ciudad de Nueva York, donde nació y murió: «Es una de las grandes ciudades del mundo, cosmopolita, un perfecto lugar para observar». En 1963 publicó El benefactor y después los ensayos paradigmáticos de la época de los sesenta: Contra la interpretación y Notas sobre el Camp. “Treinta años después” (New York: 1996) de haber escrito Contra la interpretación, considera que todavía son vigentes los valores que animaron su libro: la utopía, la imaginación radical, la afirmación revolucionaria de una sociedad polimorfa y abierta a las diferencias; en suma, un ethos vitalista de corte nietzscheano.
Una crisis existencial fue acicate de uno de sus libros de ensayo más hermosos y lúcidos Bajo el signo de Saturno, donde además de describir la época de posguerra en Europa, nos da una fina lección de sabiduría sobre la barbarie, la melancolía y el nihilismo que desmoronan el mundo actual. Aún recuerdo que este hermoso libro me conmovió al extremo de querer compartirlo con uno de mis mejores amigos Ricardo Reyes Mata, quien lo devoró con el mismo placer que leía los clásicos; ambos descansen en paz.
Todavía en el 2001, en la recepción del Premio Jerusalén de Literatura, Sontag volvió a levantar su vos cristalina y vigorosa contra el genocidio palestino y las fuerzas de ocupación israelíes auspiciadas por su país. Sus compatriotas intelectuales todavía no se lo perdonan. Años después dijo: “Los que se oponen a los planes hegemónicos mundiales del actual gobierno de Estados Unidos son patriotas que hablan en nombre de los intereses superiores de Estados Unidos. Es importante recordar que en los programas de resistencia política la relación de causa y efecto es serpentina y a menudo indirecta. Toda lucha, toda resistencia, es -debe ser- concreta. Y toda lucha tiene una resonancia mundial” (Discurso en la entrega del Premio Oscar Romero 2003).
Carlos Montemayor afirma que: “es una lástima que en un momento en el que impera la barbarie en Estados Unidos desaparezca una inteligencia tan aguda y honesta como la de Susan Sontag, quien logró asumir un compromiso, más allá del claustro universitario, con la vida social y política”. Por su visión amplia de un mundo en continua transformación, nos remite a los renacentistas, quienes veían el saber y la vida como dos campos comunicados por la voluntad e inteligencia de un ser humano que se concibe de forma integral y compleja. En cambio, por su rigor académico y responsabilidad ante los problemas políticos, se acerca a esa otra gran figura intelectual que es Noam Chomsky, ambos pensadores de la barbarie de nuestro tiempo. Pero el valor moral de Sontag me recuerda más a esa hermosa y decidida estudiante de 23 años de Olympia Washington, Rachel Corrie, muerta con su chaleco anaranjado fluorescente, mientras intentaba detener una de las demoliciones en el sur de la franja de Gaza.
Críticos y especialistas han dicho que Sontag carecía de erudición y profundidad, que sus ensayos eran “aproximaciones” carentes de base sólida, que detrás de “las frases bellas” no había nada. Tal vez tengan razón, pero eso es precisamente lo que hace de la obra de Susan Sontag un legado valioso, un testimonio y un testamento de nuestra época finisecular: la búsqueda de construir un punto de vista que se atreve a pensar un mundo globalizado a pesar de la infinita caducidad de la teoría. Su debilidad teórica, a la postre, resultó ser su mayor fuerza: pensar el presente, habitarlo desde la reinvención de nuevos mapas cognitivos de libertad y crítica, provisionales pero atentos a lo que sucede. Por eso, y por otras razones que ahora se me escapan, Susan Sontag fue ciudadana de una intemperie global.

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“Historia de la Banda de Fresnillo”
Luis Díaz Santana Garza

Enhorabuena a Verónica Dávila; los que la conocemos no ignoramos los años que ha dedicado al trabajo que hoy nos reúne. Felicidades también al patronato de la feria de Fresnillo y al Instituto Zacatecano de Cultura, pues la presentación de un libro sobre historia de la música no es en México muy común, y para el estado de Zacatecas este es un privilegio muchísimo más raro. La historiografía sobre el tema es muy reducida, y nos permitimos comentarla porque no desperdiciaremos mucho tiempo. Efectivamente, los estudios dedicados enteramente a la música zacatecana son escasos: en primer lugar tenemos el Folklore de San Pedro Piedra Gorda Zacatecas (1952), de Vicente Mendoza y Virginia de Mendoza, que tiene el inconveniente de contener testimonio mayoritariamente de una sola informante, la señora Petra Guzmán, criada en ese municipio zacatecano, pero radicada por muchos años en la capital del país. Al respecto, y hablando de la recolección de cantos populares, Béla Bartók comenta que “no es buen criterio servirse de personas que han dejado sus aldeas y se han ido a vivir en otros sitios... estos individuos... inconscientemente pueden haberse alejado también de la “comunidad musical” de su pueblo al extremo de alterar su estilo de ejecución”.
Otro libro que vio la luz en 1963 es La música en Zacatecas y los músicos zacatecanos, del Dr. Jesús C. Romero, buena fuente de datos que, sin embargo, fueron recabados en una hemeroteca de la ciudad de México, dando como resultado una gran cantidad de información descontextualizada, a manera de efemérides. Finalmente observamos el que es sin duda el mejor trabajo al respecto, El corrido zacatecano, de nuestro querido maestro, el historiador Cuauhtémoc Esparza Sánchez, estudio publicado en 1976, basado en archivos privados y en fuentes orales. Con este libro, el maestro Cuauhtémoc nos demuestra que la música tradicional mexicana es un soberbio archivo histórico que se encuentra vivo.
Teniendo en cuenta este escasísimo panorama en torno a la investigación musical zacatecana, recibimos hoy con un jubiloso estruendo la reciente aportación a la musicología local en este trabajo de Verónica Dávila, El jubiloso estruendo, historia de la Banda de Música de Fresnillo, que tiene como cimiento la tradición oral de ese municipio, y que nos hace distinguir que si queremos contar con una historia de la música en México, ésta debe comenzar por ser incluyente, reconociendo la pluralidad de temas y regiones en que se encuentra dividido el país.
Es importante el hecho de que este nuevo libro está escrito por una persona que conoce a fondo el arte musical, ya que nos contagia su amor por él. En ese sentido, es triste advertir que en el reciente número de la revista del Conservatorio Nacional de Música, más de la mitad de los artículos están firmados por literatos, abogados, historiadores y hasta economistas. De igual forma, el ganador del prestigiado premio de musicología Casa de las América es un sociólogo que analiza los narcocorridos. Necesitamos más músicos que escriban sobre música. Pero debemos ser optimistas: ya tenemos esta historia de la Banda de Fresnillo; ahora es preciso buscar la forma de investigar y divulgar la música religiosa y de salón fresnillense, los corridistas, los mariachis, los instrumentistas, las minorías étnicas, los grupos indígenas, etc., para después hacer ese mismo trabajo en un poco más de dos mil 400 municipios, en los que se encuentre dividida nuestra nación. ¿Labor titánica? Así parece, pero en nuestro estado podemos comenzar por crear un archivo sonoro de la palabra, pues sabemos que varios de los músicos entrevistados por Verónica han fallecido, llevándose con ellos esa representación y apropiación de los hechos históricos que no podemos encontrar en ningún libro de texto. *
Pero tornando a la obra de Verónica Dávila, debemos resaltar antes que nada su lenguaje directo, que evita cualquier erudición estéril que sólo abre más la brecha entre los investigadores y el público. Este no es el caso; al abrir el libro, ustedes seguramente lo terminarán en unas horas, ya que experimentarán el agrado de la plática con viejos amigos a través de sus trabajos y sus días en la música.
A través de las fuentes primarias que nos presenta la autora, nos percatamos del formidable apoyo oficial que se dio a las bandas de música en el Zacatecas del siglo XIX, y cómo éstos han ido declinando hasta casi desaparecer en nuestro días. Después, conocemos los usos que se le da a la música durante el porfiriato, época de oro de las bandas, las cuales fueron empleadas en todo el país para lograr esa anhelada unidad nacional, integrando e “inventando” a la nación después de haber padecido unos 70 años de inestabilidad política y social.
Ya en el siglo XX, se dio la decadencia de la música viva a causa de la paulatina secularización, además de las sinfonolas, por lo que los filarmónicos de la Banda de Fresnillo se vieron obligados a llevar una curiosa doble vida durante los años cuarenta del siglo pasado: Guadalupe Acuña tenía un estudio fotográfico, Inés Robles era campesino, José Vidales trabajaba para la Junta de Conciliación, Felipe Alarcón tenía una peluquería y vendía billetes de lotería, Juan Flores era minero, el señor Esqueda había trabajado en telégrafos... y finalmente el pobre Manuel Soto era en ese entonces camposantero.
Pero en fin, no voy a contarles el libro, los invitamos a leerlo, y deseamos finalizar recordando al personaje central de este trabajo, el maestro José María Vanegas, don Chema, hombre ejemplar, quien tomó a la música como un verdadero apostolado, y que en todo momento nos recordó las palabras del jesuita Matteo Ricci: “un hombre paradójico es aquel que parece extraño a sus semejantes pero no lo es en el cielo”. A lo largo de la vida de Don Chema observamos que jamás cobró por dar una clase de música, y lo vemos luchar para que su banda sigua tocando a pesar de las adversidades y carencia de apoyos económicos municipales. Algún malintencionado espectador preguntará: ¿por qué esta obsesión de Chemita? Una posible respuesta nos la brinda el sociólogo francés recientemente desaparecido, Pierre Bourdieu, quien afirma que “...el espectáculo popular es el que procura la participación individual del espectador en el espectáculo y la participación colectiva en la fiesta cuya ocasión es el propio espectáculo mediante las manifestaciones colectivas que suscitan y el despliegue del espectacular lujo que ofrecen... satisfacen... al gusto y al sentido de la fiesta, de la libertad de expresión y de la risa abierta, que liberan al poner al mundo social patas arriba, al derribar las convenciones y las conveniencias”. Y nosotros podemos agregar que la tenacidad de don Chema es resultado de la convicción profunda de saberse heredero de un longevo potencial musical, tal vez subalterno, sí, pero que ha perdurado hasta el día de hoy en Zacatecas. Don Chema tenía la certeza de que su arte, con altibajos, sería favorecido tarde o temprano por las propias comunidades, que de esa manera aseguran la continuidad de sus tradiciones: en ello les va su identidad.

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LA ROSA DE LOS VIENTOS

Ella es relámpago
(PoemaAntípoda)

Jorge Salmón


Palabra escapando de tus senos
/más, nace, palabras/
Que brillan en la noche
/luna, viento, ortiga/
La claridad más viva
/la mano, pluma, el canario/
Que humedece mis ojos
/cobre y peces, gato: plácido/

Una mano de flor azul
/le grulla por el grillo, el tiesto/
Un cántico en el mar
/el ocelote: la gruta, mano negra/
Cuando tu cuerpo se mece
/dunas y piel naciente, blusa y viento/
Vaivén de las olas a mis brazos
/Dios es extraño: cuando te habla/

Palabra de carne en tus labios
/Dios se alimenta del olor de tu piel: barca/
La fresa en tus mejillas de sol
/el día pronuncia su frase cuando te mira
El durazno en la mano
Desnuda: y se desangra/

Le ventana que me mira
/pollos del horario, grulla en tus manos/
Toda la noche abierta
/de vez en cuando, todo es mujer: nescafé/
Como un libro en vela
/tu mano es Central Park: ojo del poema/
Que me acerca a lo lejano
/páramo espalda de mujer: lentos ojos/

El camino a los pies del poeta
/tiesto de flores, mano, mesa; almohada/
El alba que regresa en un puño de sol
/maíz en tus pechos: liebres lechosas/

Porque eres todo en los peldaños
/sueños, alondra, sueños de alondras/
Seguros de la noche y luna
/viven los ojos de mujer en la noche: ah/
La mano llena de palabras
/velan los poetas, avalan la noche: mujer/
En la bolsa de mi camisa negra
/transcriben, poetas, tu cuerpo, desnudo: Venus/

1 de enero, 2005


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LA VACA MULTICOLOR
Kutzi Hernández Galván

Un premio bien merecido

Un periodista no se hace de la noche a la mañana, ni en seis meses. No quiero entablar aquí una preceptiva sobre el tema, que para eso se ha escrito ya todo lo que necesita leerse al respecto. Saco el tema a colación —cosa que el periodo vacacional no me permitió hacer antes— para festejar a nuestro colega y amigo Enrique Salinas, ganador del Segundo Premio Estatal de Periodismo Cultural, en la categoría de prensa, otorgado en diciembre pasado por el Gobierno del Estado a través del Instituto Zacatecano de Cultura.
No desaprovecho la ocasión para felicitar también a los ganadores del premio en las categorías de radio, fotografía y televisión: Francisco Esparza, Ernesto Moreno y Eduardo López y sus compañeros de Trecevisa, respectivamente.
Me permito mencionar de manera especial el caso de Salinas Enríquez, pues no sólo ha sido capaz de aportar al periodismo cultural local una visión inteligente, plural y respetuosa de todas las manifestaciones artísticas y culturales, sino que además desde cualquier trinchera, la disposición que hacia nosotros le ha caracterizado siempre, ha sido la del compañerismo rayano en la complicidad.
Actual editor de la sección cultural del diario Imagen, Enrique Salinas no inició ahí su camino dentro del periodismo. Antes había dado a conocer sus textos con frecuencia en varias publicaciones, entre ellas Mi pueblo y, por supuesto, el suplemento Trópico de Cáncer. Enrique Salinas aparece en el primer número de éste y en muchos de los siguientes, durante mucho tiempo. Su participación en estas páginas fue tan valiosa como desinteresada, de ahí mi certeza de que el premio recién recibido, si bien fue gracias a la calidad del reportaje que presentó a concurso, de alguna manera creo que la vida ya se lo debía, merced a su trayectoria y a tantas colaboraciones en las que hace gala de su estilo desenfadado, un lenguaje culto milagrosamente desprovisto de rebuscamientos, y un agudo sentido del humor que, como flauta de Hammelin, ha reunido en torno suyo a un tropel de seguidores, entre los que me cuento, desde luego.
No contento con lo anterior, Salinas Enríquez se ha encargado de llevar adelante una sección cultural de indiscutible calidad, sin ínfulas de ninguna especie; al mismo tiempo, ha sabido llevar con sus colegas una relación que es todo, menos competencia. Las etiquetas desaparecen gracias a ese desenfado que fácilmente inspira para ser emulado: no somos El Sol en esta esquina ni Imagen en la de enfrente. Somos compañeros de trabajo, al fin y al cabo.
Enhorabuena para Enrique Salinas y para quienes con toda justicia han reconocido la calidad de su trabajo.

martes, enero 04, 2005

No. 234. 12 de Diciembre de 2004

La hora cero
Alba Amaranta Hernández


Una señorita debe ser delicada como el pétalo de una rosa, discreta pero no tímida, amable pero no servil, bla, bla, bla.
Las niñas con las niñas, los niños con los niños, si no, te van a ver los calzones. Tú sólo con trastecitos y muñecas; nada de coches y pistolas, ni que fueras marimacho. Ni Dios lo quiera.
Las niñas de familia no andan platicando en la calle con cualquier pelele; después van a decir que ya estás muy choteada por los muchachos.
No, no, no, ninguna fiestecita; no tarda en venir la tía Teódula para que te enseñe a tejer ganchillo. Eso sí que es educar a una mujercita.
Nada de Universidad, ahí no se aprende a ser buena esposa.
Una señorita decente debe conservarse pura y casta hasta llegar al altar, debe entregar su más preciado tesoro sólo al hombre que le RESPONDERÁ y protegerá hasta que la muerte los separe, tal y como lo dirá el señor sacerdote en la sagrada misa.

Todavía falta un día con aproximadamente 10 horas para...
¡No aguanto! Le voy a llamar, ni modo que me diga que no. Calma, María de la Purificación, no comas ansias; tus padres te inculcaron principios. Si supieran lo que estoy pensando, les da un infarto, con lo persignados que son. Pero es que la mera verdad me muero de ganas de saber qué se siente, aunque sea con el santito de Rodrigo. Lo quiero y sé que está loco por mí; lástima que sea tan conservador, por algo a mis papás les cae bien. Espero que entonces sí se porte como todo un hombrecito. Quiero que esa noche sea mágica, especial, llena de amor, pasión, erotismo, de todo.

Si alguien tiene algún impedimento para que esta unión se realice, que hable ahora o que calle para siempre. Siendo así, los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe. Gracias por haber venido. Muy amables. Así será. A la víbora, víbora de la mar. ¡Beso, beso! ¡Que lo partan, que lo partan! ¡Vivan los novios!

Toda la vida escuchando consejos y siguiéndolos al pie de la letra para ser una señorita decente y una buena esposa, más aparte 14 años de conocernos, cuatro de novios, cinco meses planeando la fiesta, organizar lista de invitados, cuatro días, prueba de vestido, casi seis horas, boda al civil, dos horas, 57 minutos todo el rollo religioso, aguantar a todos los gorrones de la fiesta, cinco horas.

¿Y para esto tuve que esperar hasta la gran noche de bodas...?

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La melancolía del vampiro
Gabriel Andrade Haro

Apresuro el paso, busco palabras para el cortejo previo, deseo evitar el estereotipo empleado en los relatos de novelistas estúpidos, en los que se intercambia, acaso, un gemido, un grito. Sabe que la sigo. Se detiene, me pregunta la hora. Las ocho treinta. Le hablo del clima, del color de su vestido, su peinado. Se aburre. Ella conoce mi objetivo. Me ofrece su cuello y dice: “Ah, por cierto, no soy virgen”. No importa. La sed es insoportable.
Mi abuelo apareció, con sus anteojos de catedrático universitario y un par de batidos de grosella. Es hora de levantarse, debemos comenzar la lección. La sangre no es sólo ese líquido rojo que nos zampamos en un instante; también es el recuerdo de los días de sol y su sabor puede variar en un abrir y cerrar de ojos, dependiendo de las condiciones climatológicas o del dolor de muelas de una adolescente; sin embargo, es un hecho comprobado la existencia de sólo dos sabores: virgen y no virgen. De ellos derivan todos los demás. Sólo hay dos sabores, que te quede bien claro. No hagas caso de los cuentos sobre un tercero, el de la Vampiresa Virgen, porque puede llevarte a la perdición.
Ya conocía la historia. Cuando me transformé, era usual que los mayores la contaran, quizá para asustarme, quizá para provocar en mí la curiosidad. Cuando una mujer es convertida al vampirismo, bien por una mordida, bien por haberle practicado una excelente cunni linguae, su sangre cambia de sabor y su olor se vuelve más penetrante. Uno lo percibe, incluso en los mercados, entre el espeso tufo a queso y carne fría; entre el familiar olo a rata. Entre una rata y un vampiro casi nadie distingue el olor, pero señor, entre una rata y una Vampiresa Virgen hay pequeñas y exquisitas diferencias. Es como cuando uno prueba un Rioja y lo compara con un Ribera del Duero: existen guiños, acentos, pequeñas diferencias, placeres sólo reservados para los paladares más expertos. El secreto consiste no solamente en que la mujer haya participado del Don, sino que por alguna gracia del azar haya conservado intacto el velo de la castidad.
Investigadores tan respetados como el Dr. Tèpes han sucumbido al encanto de la Vampiresa Virgen y su descripción de tal criatura es, aún, inigualable:
Las vampiresas vírgenes son las criaturas más eróticas que se conocen. Una mirada las fascina, el roce de un brazo en el autobús les nubla la visión, el pulso cardiaco se puede oír a kilómetros cuando olfatean una colonia de lavanda y ya no digamos el rasgar con la uña del cordial su himen. Si pruebas la sangre de Vampiresa Virgen, tan sólo una gota, estás perdido: la borrachera dura siglos y después de esos siglos uno no puede aceptar otra cosa, ni la sangre menstrual, con todo y las supersticiones que acompañan a sus —en realidad— escasas virtudes, uno se va secando poco a poco, como un trozo de cecina, anoréxico como una adolescente.

Por mi parte —dice mi nostálgico abuelo— he buscado por todas partes a la Vampiresa Virgen. Escalé montañas, crucé ríos, mares embravecidos, me enfrenté a los peores monstruos que un vampiro pueda imaginar. No la encontré, pero sé que en alguna parte me espera y su amor será mío y de nadie más.
Pobre abuelo. Cuando lo conocí, estaba medio loco y sus amigos lo veían como bicho raro; lo hicieron a un lado, lo olvidaron, la Vampiresa Virgen lo había trastornado. Recién convertido, le abrí las puertas de mi casa, lo ayudé y él me tendió la mano. Eso no lo puedo pagar con nada. Su obsesión lo ha llevado a adoptar ciertos “gustos” que no son del agrado de nuestros congéneres —míos tampoco—; sin embargo, los he aceptado porque lo reconfortan y lo llenan de una paz que le dura meses.
Bien. Por hoy es suficiente, es tiempo de salir a divertirnos —dice mi alegre abuelo—. Lee el periódico, anda, fíjate bien en los avisos de ocasión, en la sección de masajes: ¿No crees que la mentada Vampiresa Virgen es el nombre de guerra de otro afroantillano? —me pregunta emocionado, al tiempo que pasa la lengua por sus labios—. Escupí el sorbo del batido, el abuelo continuó: Bueno, de cualquier forma ya tenemos reservación, para hoy a las nueve, así que enjuágate la boca que te apesta y ponte esa loción que tanto me gusta.

La Vampiresa Virgen abrió la puerta, en persona. Nos quitó los abrigos y recogió la anticuada chistera del abuelo. Tenía las piernas más largas que mi vida, los pies pequeños y los cabellos negros recogidos con alfileres. Ray Coniff hacía el ambiente con su versión de Bésame mucho. Olía a iglesia. Nos pidió que nos quitáramos los zapatos, quizá simulando que nos había visto pisar el suelo. Las paredes estaban llenas de espejos: aproveché para atusarme el bigote. Ella se quitó la capa, los pechos eran redondas copas de coñac; tenía los párpados largos y la frente afeitada, como una madona flamenca.

Pero volvamos a los pechos: nos los ofreció sin más. El abuelo no lo pensó, yo me fui acercando poco a poco; cerré los ojos y me quise guiar por el olfato; pero me perdí en la habitación, la fragancia inundaba todo como una tierna neblina, la mano de la Vampiresa Virgen nos condujo hacia la sagrada fuente, tomándonos de la mano. Cuando me di cuenta, ya estaba de rodillas. No quise abrir los ojos. Para mí era la Vampiresa Virgen aunque su sangre fuera tan espesa y salada como el agua del Mar Caspio. Así estuvimos, no recuerdo si hasta el amanecer.

Quiero pensar que se trataba del tercer sabor, del que está prohibido. Quizá la Vampiresa Virgen era, realmente, ese afroantillano hermoso de ¿sangre? Tan salada, quizá la búsqueda de mi abuelo ha terminado y la mía apenas comience. Regresé a aquel sitio cien años después, pero no me atreví a tocar el timbre.
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SÓLO PARA AUDIÓFILOS

Lennon: Nowhere Man

Por: Saúl Alfonso Hurtado Rizo


Escribir, hablar o escuchar algo de John Lennon es realmente cotidiano. Sin embargo, durante el presente mes en que se cumplen años de su trágica muerte, se incrementa notablemente esta figura, ya que en todos lados se le rinden homenajes. Su legado en la historia de la música y sus protestas contra la guerra fueron trascendentales en los años sesentas y setentas.
Un dato interesante: En el mes de agosto de 1980, Lennon le comentó a su asistente Fred Seaman que cuando muriera contara sus últimos días. Cuatro meses después de esta charla, un demente le disparó fuera de su departamento en Nueva York. Seaman, un día después, visitó a un amigo para escribir un libro de todo lo que vivió con el músico en sus últimos días. El resultado es el libro Nowhere Man, de Robert Rosen. Se cumplió el deseo de Lennon bajo la inspiración literaria.
El libro habla de varios detalles del músico, quien logró la fama mundial por este hecho: haber pertenecido al grupo que representó la principal influencia de todos los grupos de rock que existen en el planeta: The Beatles.
Fueron cuatro jóvenes nacidos en el puerto de Liverpool que a la edad de 25 años eran superestrellas. Existía gran expectación por verlos en vivo, sus discos vendían por millones, lograban la histeria colectiva con su música. Se requería mayor cuerpo de seguridad para protegerlos que el que necesitaba el Presidente de Estados Unidos. Se habla de que existía una adoración por ellos, al extremo que varias jovencitas declararon tener orgasmos al verlos cantar.
En el libro The Beatles: Una Historia Inimaginable, el autor Enrique Delgado Fresan, señala con toda exactitud:

“¿Qué llevaban The Beatles que lograron imponerse en esa forma? Probablemente ni ellos lo sepan, a pesar de la fama y el éxito, que indudablemente les afectaron, es difícil que puedan explicar la razón del fenómeno”.

Formaron su nombre The Beatles de la palabra beetles, que significa escarabajos, agregándole la letra a, para que fuera beat que significa “ritmo”.
Entre los años 1954-56, un joven inquieto de nombre John Lennon se integró a un grupo llamado The Quarrymen, con quienes estuvo tocando, sin embargo, prefirió abandonarlos para ingresar a la Escuela de Arte de Liverpool, desintegrándose la agrupación. Posteriormente se unió con varios amigos y adoptaron diversos nombres como: The Rainbows y Johnny and the Moondogs, pero con ninguno de ellos quedaron satisfechos, a pesar de participar en concursos musicales donde comenzaron a derrochar energía y talento.
Después de buscar varios nombres, escogieron: Long John and the Silver Beatles para finalmente quedar como The Silver Beatles, nombre con el cual tuvieron varias presentaciones e incluso aparecieron en algunos medios de comunicación como la revista “Melody Maker”.
Así, cuatro jóvenes de nombres John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, conforman The Beatles en 1957 y con su primer grabación comienzan ese mismo año los éxitos. Dos años después llegan a Estados Unidos, considerados como los líderes de la Revolución Musical de la época iniciando de esta manera la denominada Beatlemanía.
Consiguieron un contrato para tocar en “The Cavern”, donde fueron descubiertos por Brian Epstein, propietario de una tienda de discos, quien los llevó a los estudios de grabación. Pocos años después muere Epstein por sobredosis de drogas.
Ya en el 1965, influenciados por el cantante folk, Bob Dylan, exploran nuevos horizontes, tanto a nivel musical como en la concepción de las letras, y así las canciones compuestas por el dúo Lennon-McCartney, se convierten en verdaderos himnos que no sólo hablan de amor sino de situaciones cotidianas. Ante esta situación, se cree que su mayor mérito es que supieron amalgamar la acidez de Lennon y la dulzura de Mc Cartney, logrando una combinación inimaginable.
También en el año de 1965, el 26 de octubre fueron condecorados por la Reina Isabel II como “Caballeros del Imperio Británico”. Algún tiempo después, los muchachos regresaron dichas distinciones señalando que ellos no necesitaban de ese tipo de cosas para componer buenas canciones.
Pero gran parte de su éxito se debe al llamado Quinto Beatle, George Martin, quien se desempeñó como productor a lo largo de la carrera del grupo. Experimentó con ellos algunas audaces técnicas de grabación en el estudio, totalmente novedosas para esa época y que en la actualidad son obras geniales de ingeniería en sonido, ya que además incorporaron instrumentaciones de música clásica, dando con ello las primeras bases de lo que sería el rock progresivo y sinfónico.
Tras editar algunos discos considerados como geniales: “Sgt. Peppers”, “Rubber Soul”, “Revolver”, “Let it be” “Magical Mistery Tour” y “Abbey Road”, para 1968 los problemas en el grupo eran evidentes y las composiciones eran más bien de manera individual.
Finalmente en el año 1970, se anuncia la separación de The Beatles, y a pesar de varios intentos por reunirse, no se logró el objetivo. El 8 de diciembre de 1980 la noticia trágica recorrió el mundo: fue asesinado John Lennon en New York, por lo que nunca se volvería a concretar tan esperada reunión...
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LA ROSA DE LOS VIENTOS

Desde aquel mañana

Elodia Lara Barrios


La indiferencia de árbol
es un místico rehuir de la palabra

tiempo de hojas
de vientos
y de nubes

van inmersos
desde aquel mañana
de árbol y de cielo
en la transparencia juega el día
mariposa
compartir en el sabor del mundo
es de abejas y de flores
Saberse flor y sentirse abeja
o mariposa
da continuidad a la pasión de ser
árbol
soy mariposa/ nuestras fantasías vuelan
en el hermetismo de esos sueños
y en tus brazos
ramas
y apéndices
me deslizo
a recomponer la lluvia
de miel
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LA VACA MULTICOLOR
Kutzi Hernández Galvàn
El infame retorno de la Tartamuda


—¿Qué onda, mi vacurria? ¿Cómo van esos pasteles?
—¿Ma? ¿Pos ésta, en qué carreta llegó? ¿Quién eres, y por qué tan igualada?
—¿Pos cómo que quién soy? ¿Ya no te acuerdas de tu cuatacha la Tartamuda?
—¿La Tartamuda? ¿En serio? ¿Y a qué debo el honor?
—Pues si así le seguimos, nos vamos a llevar toda la columna en pura interrogación. Pos te vine a visitar, mi Vaquita descolorida, tal como te lo anuncié en mi carta...
—No la recibí...
—Ah, seguramente fue porque no te la mandé. Pero no le hace. Vine a Zacatecas a pasar aquí las fiestas decembrinas carambinas, y a admirar la Catedral ahora que le pusieron sus foquitos...
—Uy, mi Tarta, pues olvídalo, porque en últimas fechas, se le ha visto apagadita, apagadita, en la noche...
—¿Y eso?
—Ah, mira, eso sí no sé. A lo mejor es para ahorrar energía, o para ahorrarse los elogios al anterior alcalde, porque ahora le van a tocar al nuevo, y como dícese que no lo puede ver ni en pintura, imagínate...
—Ah, qué mi Gerard De Pardieu, quién lo viera tan apasionao. Aunque la neta no creo que sea por una razón tan boba...
—Bueno, bueno, pos a mí se me ocurrió...
—Oye, supe que mi buena Rorro sacó todo un reportajote desplegable sobre ese tema tan controvertido que es la imagen del centro histérico...
—Clarín corneta. Y como decía Polillita, levantó ámpula, sobre todo porque hay dos que tres datos que deja muy en claro...
—¿Por ejemplo?
—Pues lo que todo mundo ha señalado, que los trabajos de iluminación más notables se inauguraron en abril de 2003, y el manifiesto de los artistas —sin “h”, ¿eh?— salió hasta octubre de 2004, es decir, a destiempo...
—Pues un amigo me dice que es por el bromuro que está esparcido en la atmósfera zacatecana, que origina la característica parsimonia local...
—Qué bromuro ni qué mis cuernos, eso es más bien choteo...
—¿Y entonces, por qué otra cosa se habrán tardado? Ni modo que por el reciente nombramiento de el ex alcalde, Miguel Alonso, como titular de Turismo, acaecido, curiosamente, apenas unas semanas antes de que apareciera el manifiestín...
—Sería lo más lógico, ¿no?
—Ay no, no creo que tengan segundas o terceras intenciones, si se la pasan todo el día pensando en puras cosas constructivas, nutritivas y saludables, ¿no?
—A propósito, por ahí dos que tres gentes ya le han reclamado a nuestro cuatanacho Armando Haro Márquez, quesque por haber firmado el documento...
—¿Y no?
—Nel pastel. El que firmó fue Armando Haro Rodríguez, cuyo segundo nombre, por cierto, es Ezequiel, y no aparece en el papelín...
—Uy, pues qué quemadota para mi pobre cuate, jeje.
—Imagínate, si hasta Gerardo Félix ya le retiró el saludo porque Armando no quiso firmar el buen manifiesto...
—¿Gerardo Félix, el alcalde? Eso no puede ser. Se supone que entre más altos valores de la política moderna figuran la tolerancia y la transigencia...
—A lo mejor está chapado a la antigua...
—Cosas veredes, Chencha...